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La abolición ayer y hoy

Publicación: 15 abril, 2024 |

Comparaciones tácticas entre el movimiento de derechos humanos y el movimiento moderno por los derechos de los animales no humanos en EEUU.

© Corey Lee Wrenn

Este artículo representa una comparación crítica entre los movimientos abolicionistas humano y nohumano de EEUU. El movimiento abolicionista moderno por los nohumanos es, en cierta forma, una extensión de los movimientos contra la esclavitud de los siglos XVIII y XIX y el aún vigente movimiento en favor de los Derechos Civiles. Como tal, existe una significativa superposición, en particular respecto de la necesidad de abordar simultáneamente el estatus de propiedad y las ideologías opresivas. A pesar de la apropiación intencionada de la terminología y las numerosas similitudes en cuanto a las iniciativas de movilización, su relación ha sido por desgracia muy poco discutida en los ambientes académicos. Algunas de las controversias del movimiento animalista moderno en cuanto a campañas y objetivos son un reflejo de las disputas que hubo en su día en el movimiento abolicionista humano. Este artículo analiza el abolicionismo humano y discute las posibles aplicaciones de su organización, sus estrategias y sus logros en el actual movimiento por los derechos de los animales nohumanos. Se discute en especial cómo el uso de la violencia y el activismo legislativo resultan enfoques potencialmente problemáticos para abolir la explotación de los animales nohumanos. Por contra, el enfoque centrado en la resistencia de los consumidores y la no violencia representa una divergencia importante en la movilización abolicionista.

Introducción

El movimiento por los derechos de los animales nohumanos, creado con el objetivo general de proteger los intereses de los demás animales, ha tenido una existencia funcional desde principios del siglo XIX (Beers 2006). Ocupado en su origen en reformar el trato hacia los caballos de tiro y los perros callejeros, el movimiento se vio significativamente influenciado por la lucha a favor de los Derechos Civiles de mediados del siglo XX, impulsando la ambición de objetivos más radicales que incluyeran a los animales utilizados para alimentación, entretenimiento, experimentación y compañía. En la década de 1970, muchos activistas pedían ya la abolición total de la explotación de los animales nohumanos. Al igual que muchos movimientos de la época, el movimiento por los derechos de los animales nohumanos experimentó una ola de profesionalización: los grupos crecieron en tamaño aumentando su influencia política y su fuerza de movilización, y comenzaron a moderar sus tácticas y objetivos a fin de conseguir la estabilidad y garantía de sus recursos (Piven y Cloward 1977). En la década de 1990, la mayoría de las principales organizaciones dedicadas a los animales nohumanos mostraban entre sí un gran parecido en cuanto a estructura y repertorio; pocas de ellas, sin embargo, estaban llevando a efecto un cambio real (Francione 1996). Las reformas de bienestar se han convertido en un protocolo estándar, y aquellas organizaciones inicialmente formadas en favor de los demás animales se dedican ahora al fomento de regulaciones que, de acuerdo con sus propios informes económicos (PETA 2007), prometen mejorar la eficacia y productividad de las industrias explotadoras (Francione y Garner 2010). Ésta tan notable trasformación es motivo de inquietud para muchos activistas.

En torno a muchos de los movimientos sociales que han experimentado la profesionalización y la moderación han terminado surgiendo facciones radicales (Zald y Ash 1966), y éste ha sido ciertamente el caso del movimiento por los derechos de los animales nohumanos. Con su incursión en la década de los 2000 en la comunidad de los activistas online, Gary Francione encabezó la formación de lo que dio en llamar el «enfoque abolicionista de los Derechos Animales». Muy crítico con las deficiencias de un movimiento corrompido, Francione (1996, 2010) renunció a la eficacia de unos grupos profesionalizados que, impelidos al mantenimiento de su organización, se mostraban en buena medida reacios a presentar un desafío significativo a las industrias explotadoras. Tales organizaciones, arguye Francione, no abordan el estatus de propiedad de los animales nohumanos, sino que, de hecho, refuerzan su cosificación a través de medidas regulacionistas y la renuencia a la difusión del veganismo. Así, el enfoque abolicionista de Francione demanda el reconocimiento de la personalidad de los otros animales y la consideración igualitaria de sus intereses con base en su autoconciencia y capacidad de sufrimiento.

El enfoque abolicionista de Francione recuerda de manera bastante obvia la retórica antiesclavista de los activistas por los derechos humanos de la América anterior a la guerra, pero el movimiento en favor de los derechos de los animales nohumanos estuvo bastante inspirado por el movimiento abolicionista humano ya desde su origen (Beers 2006). Los defensores de los nohumanos del siglo XIX trazaron paralelismos entre los sistemas opresivos a que se enfrentan tantos los esclavos humanos como los nohumanos. El defensor de los animales nohumanos Henry Salt resumía en 1898 los fundamentos de esta extrapolación:

«La situación actual de los animales domésticos más altamente organizados es en muchas maneras muy análoga a la de los esclavos negros de hace cien años: mírese hacia atrás y encontrará en su caso precisamente la misma exclusión del seno común de la humanidad; las mismas falacias hipócritas para justificar su exclusión y, en consecuencia, la misma terca y deliberada negación de sus «derechos» sociales.» 

El movimiento contra la esclavitud inspiró y validó a los activistas la extensión de los derechos naturales hasta el resto de las especies (Beers 2006). La etiqueta infrahumana y el estatus de propiedad otorgado a los esclavos justificaron su trato desigual, y esto también tuvo importantes implicaciones para los nohumanos. Los primeros activistas adoptaron muchas de las tácticas empleadas por los abolicionistas de la esclavitud humana, a saber, la persuasión moral. Salt, en particular, fomentó la educación como una «condición indispensable para el progreso humanitario» (1980: 119).

Henry Salt
1980:21

Casi un siglo después, Billy Ray Boyd publicó un breve ensayo titulado The New Abolitionists: Animal Rights and Human Liberation (1987) que reintroducía los puntos en común de ambos movimientos abolicionistas a un público moderno. Boyd señala acertadamente la necesidad de reconocer la interseccionalidad de las diversas manifestaciones de la desigualdad. Instó a los activistas a desafiar la dominación de los demás y a extender el «círculo de consideración» a todas las especies. En 1988, Spiegel desarrolla en The Dreaded Comparison: Human and Animal Slavery las conexiones entre la explotación humana y la nohumana en cuanto a excusas y barreras ideológicas, y sostiene que ambas son sorprendentemente similares. Por supuesto, Francione atribuye su «enfoque abolicionista» de los derechos de los animales nohumanos al movimiento contra la esclavitud en lo que respecta al estatus de propiedad de los nohumanos: 

«La postura de derechos que yo propongo sostiene que […] no existen diferencias significativas entre la calidad de las experiencias sintientes de los humanos y las de los nohumanos que puedan justificar la imposición a estos últimos de un dolor y un sufrimiento incidental a nuestro uso de ellos como recursos, del mismo modo que no podemos hacer distinciones entre los humanos que puedan justificar la esclavitud o el trato meramente instrumental.» (Francione y Garner 2010: 24-25)

Francione sostiene que existe un importante paralelismo entre ambos movimientos en el sentido de que «los intereses fundamentales de los seres sintientes se mercantilizan y tratan como comercializables de acuerdo con efectos económicos» (Francione y Garner 2010: 229). DeCoux (2009) se basa también en las muchas similitudes tácticas de estos dos movimientos para enfatizar la importancia de las imágenes gráficas, las narrativas y otras representaciones del sufrimiento como inspiradoras de involucración. Nibert (2002), a su vez, profundiza en la compleja relación que existe entre la opresión humana y la nohumana, argumentando que la desigualdad humana y la nohumana se han desarrollado de forma conjunta y que ambas, en última instancia, se agravan y refuerzan mutuamente.
 
Pero más allá de estas comparaciones conceptuales, la literatura ha guardado silencio en buena medida con respecto a la influencia histórica del movimiento abolicionista humano y sus importantes similitudes con el actual. Éste es un hecho a lamentar, pues se ha mencionado que la apropiación directa resulta un vehículo importante de movilización (McAdam et al. 2001). Por más que se halle excluida de los modelos tradicionales de movilización social, la apropiación es un mecanismo de gran importancia para los grupos oprimidos o con escasos recursos. Al amparo de otros movimientos, los grupos marginados pueden lograr un rápido sentido de identidad y legitimidad. La apropiación consigue a su vez representar la naturaleza interactiva de los distintos movimientos sociales, que existen dentro de una relación dinámica mutua, una realidad a menudo también ignorada por los modelos tradicionales.

El movimiento antiesclavista, con su objetivo de erradicar el estatus de propiedad de las personas y, más tarde, las ideologías opresivas que lo habían sustentado, fue una fuente inmejorable de apropiación. Si bien es cierto que la abolición de la esclavitud en EEUU fue en gran parte una reacción a las tensiones económicas de la época (Williams 1994) y que se logró por fin a través de la agitación política suscitada por la Guerra Civil, la actividad abolicionista tuvo ciertamente un fuerte impacto en la política nacional y ayudó a la generación de una cultura antiesclavista (Ashworth 1995). El abolicionismo estadounidense se basó en las campañas emprendidas previamente por los cuáqueros, los gradualistas y los colonizadores, y se inspiró en gran medida en las actividades del movimiento británico (Ferrell 2006). Sus tácticas e ideologías fueron tan variadas como sus inspiraciones. Como es común en aquellos movimientos sociales en que se discrepa sobre cómo encarar los problemas, las soluciones y las motivaciones para la participación (Benford y Snow 2000), el movimiento abolicionista se vio fuertemente fraccionado y dividido en cuanto al uso o no de la violencia, la persuasión moral y las instituciones legales y religiosas.

Dado que muchas de estas divisiones se han manifestado también en la defensa de los animales nohumanos, un recurso útil y aún no explotado podría ser el análisis de los esfuerzos de movilización llevados a cabo por los abolicionistas en los siglos XVIII, XIX y XX. En particular, en este artículo examinaré las tácticas empleadas por los abolicionistas de la esclavitud humana en cuanto al uso de la violencia, la acción directa, las iniciativas legales, las resistencias del consumidor y la persuasión moral. Detallaré también aquellas diferencias entre ambos movimientos que puedan complicar la consecución de los objetivos finales. Por ejemplo, no pueden dejar de reconocerse los problemas que suscitan el lenguaje, la domesticación y algunas otras barreras específicas importantes.

Dadas las muchas similitudes entre ambos grupos, la implementación de algunas tácticas particulares llevadas a cabo por el abolicionismo humano y su relación con el éxito del movimiento podría resultar un recurso fructífero para el movimiento en favor de los nohumanos. En EEUU, la erradicación de la esclavitud se vio acelerada por las realidades políticas y económicas de la época, pero la acción colectiva emprendida por los afroamericanos y otros abolicionistas jugó sin duda un papel capital en la influencia de ese cambio. Aunque se reconoce la importancia del contexto político-económico, la intención de este documento es abordar las acciones de aquellos abolicionistas movidos por la fe en la necesidad puramente ética del fin de la esclavitud y la discriminación. Este enfoque en la movilización moral ignora cualesquiera beneficios sociales que pudieran desprenderse de los derechos asociados con la abolición, como la prevención de rebeliones violentas, la estabilización de la fuerza laboral o el fomento de la industrialización.

El movimiento abolicionista humano buscó no solo terminar con el estatus de propiedad de los humanos, sino que sigue vivo en su intento de acabar con aquella ideología discriminatoria prevaleciente que continúa hoy reforzando las desigualdades más allá de la esclavitud. Este punto en particular podría resultar relevante para el movimiento en favor de los nohumanos, en particular con respecto a las críticas surgidas hacia la excesiva atención que Francione presta al estatus de propiedad de los demás animales. Francione y Garner (2010) y DeCoux (2009), por su parte, cuestionan que se haya puesto demasiado énfasis en la abolición del estatus de propiedad de los nohumana a expensas de apoyar medidas que podrían potencialmente abordar su sufrimiento. No obstante, y basándome en el movimiento humano, sostengo la necesidad de que el ataque al estatus de propiedad de los nohumanos concurra de la mano de un ataque a la ideología discriminatoria. Siguiendo el enfoque francioneista de los derechos de los animales nohumanos, poner el énfasis en el sufrimiento resultará improductivo si no se llegan a desafiar las estructuras políticas e ideológicas que lo mantienen. De hecho, Francione ha respondido que una atención excesiva al sufrimiento podría restar valor a la necesidad crítica de desafiar el especismo y la esclavitud, complicando así la liberación de los nohumanos (Francione y Garner 2010). Así, Francione propone que los abolicionistas concentren sus esfuerzos en la divulgación del veganismo, que rechaza el uso y la explotación de los nohumanos, pero trabajando al mismo tiempo por la erradicación del especismo. Este enfoque refleja un alejamiento implícito de la priorización del sufrimiento, sosteniendo que lo contrario fomenta la promulgación de reformas insignificantes que complican y obstaculizan el camino hacia la abolición (Francione 1996).

Conexiones con el movimiento abolicionista nohumano

Como hemos visto, el movimiento abolicionista nohumano se ha apropiado de la experiencia humana como un medio con el que llamar la atención sobre las similitudes que guardan las dos manifestaciones de la opresión. Ambas minorías, se argumenta, han experimentado la esclavitud, han visto ignorada su personalidad y han sufrido una discriminación extrema. No obstante, la apropiación no ha estado libre de críticas. Kim (2011) ha señalado que, si bien las analogías abolicionistas entre humanos y nohumanos tienen cierto peso, podrían resultar problemáticas a la hora de crear alianzas con otros movimientos, ya que a menudo pueden carecer de sensibilidad y resultar alienantes hacia muchos grupos demográficos. En una entrevista para The Daily Show, la activista Elaine Brown (2012) mostró su desacuerdo con la comparación que hizo PETA de las orcas con los esclavos africanos en su intento de que fueran reconocidas como personas bajo la Decimotercera Enmienda. Brown calificó la campaña de «insultante», describiéndola como una «broma cruel y racista». «La crueldad hacia los animales —afirma— no es esclavitud. […] Parte de la condición de los esclavos consistía en no reconocer a los negros como seres humanos». Dado que la opresión sobre los afroamericanos trató a menudo de justificarse por medio de comparaciones con los nohumanos que los deshumanizaban y otrorizaban, colocar hoy a unos y a otros en el mismo nivel puede llegar a ser motivo de tensiones. Las campañas de PETA comparando la explotación de los animales nohumanos con el Holocausto han provocado sentimientos de ofensa similares (Kim 2011). Spiegel contrarresta esta reacción argumentando que comparar las experiencias humanas con las nohumanas no supone degradar a los primeros sino elevar a los segundos: «Comparar el sufrimiento de los animales con el de los negros (o cualquier otro grupo de oprimidos) es ofensivo sólo para la persona especista: aquel que abraza nociones falsas sobre los animales» (1996: 30). Al escribir sobre las similitudes entre la experiencia judía y la nohumana, la activista Karen Davis (2005) sugiere que este tipo de ofensas surgen principalmente de ver amenazado el estatus superior de los humanos.

Sea como fuere, la dicotomía ideológica entre humanos y nohumanos no ha llegado a ser aún cuestionada de manera significativa. Así, las comparaciones entre ambos grupos pueden ser interpretadas rápidamente como un insulto. Es por ello conveniente que los abolicionistas de la esclavitud nohumana traten de pulir la sensibilidad pública hacia este tipo de comparaciones históricas. Superar ese sentimiento de ofensa no es tarea fácil, pero quizá podría ayudar el reconocimiento de la tendencia humana hacia la homofilia, el sesgo endrogrupal que subyace en la otrorización y exclusión de los nohumanos. Los activistas por los animales nohumanos confían en ampliar los límites de la consideración moral incluyendo en ella a los nohumanos en su condición de seres dotados de sensibilidad, autoconciencia y potencial para el sufrimiento. Así como los activistas por los Derechos Humanos tratan de incluir en ellos a los esclavos y a los humanos oprimidos apelando a nuestra humanidad común, los activistas por los derechos de los animales nohumanos tratan de lograr su consideración apelando a nuestra sintiencia compartida.

Hay otras consideraciones que podrían resultar problemáticas a la hora de determinar la conveniencia de comparar un grupo con el otro. Es importante destacar que el activismo abolicionista humano se extiende más allá del estatus de propiedad de los humanos. Por ejemplo, después de los esfuerzos fallidos de la era de la Reconstrucción estadounidense, DuBois se centró en deconstruir el racismo y la segregación (Lewis 1995). Más recientemente, Davis (2005) ha cuestionado la continua pérdida de poder y personalidad de los afroamericanos dentro del sistema penitenciario estadounidense. Lo relevante aquí es que la opresión de los afroamericanos va más allá de su estatus de propiedad y que se filtra en muchos ámbitos sociales. Además de lo señalado por Davis respecto del sistema penitenciario, los afroamericanos se encuentran en desventaja en cuanto a oportunidades laborales, educación y vivienda. Así, el trabajo del abolicionismo humano ha ido más allá de la esclavitud física de las personas de color y ha entrado a desafiar otras manifestaciones de prejuicio. Esto contrasta con el movimiento abolicionista nohumano, ocupado principalmente en erradicar su uso. Aunque el especismo es a menudo incluido en las reivindicaciones, la mayoría de la actividad animalista se sigue centrando en el estatus de propiedad. Se ha especulado poco sobre la forma en que los nohumanos podrían seguir siendo oprimidos después de su liberación y sobre cómo podría el movimiento prepararse para el reto que esto supone.

Además, existen entre ambos grupos diferencias cualitativas objetivas que dificultan las comparaciones. Las barreras del lenguaje y toda la historia de domesticación en particular suponen un desafío especial para el movimiento en favor de los nohumanos. El hecho de que los nohumanos no puedan hablar por sí mismos impide que los activistas puedan servirse de unos relatos personales que en otros movimientos han demostrado ser poderosas herramientas de motivación, en particular en el movimiento abolicionista humano. La domesticación también actúa como un serio obstáculo. Los muchos siglos de cría selectiva han provocado en muchas especies nohumanas docilidad psicológica y dependencia física. Esto evita que la gran mayoría de los nohumanos participe en su propia resistencia. Cabe señalar no obstante que se estaban empezando a aplicar procesos similares con los esclavos humanos a fin de destruir su capacidad para hablar y actuar en nombre propio.

Por ejemplo, se aprobaron leyes en el sur de Estados Unidos que prohibían que los afroamericanos recibieran educación (Cornelius 1991), y era común que las turbas exaltadas atacasen los centros educativos afroamericanos en el norte (Moss 2009). Por supuesto, la educación fue clave a la hora de permitir que los afroamericanos pudieran dar voz a su condición y superasen la aquiescencia. El sistema judicial también actuó a menudo en contra de las personas de color; los afroamericanos tenían incluso prohibido testificar contra los blancos en los tribunales de muchas partes del país (Campbell 2007). Por otra parte, la realidad social, económica y cultural de un sistema basado en la esclavitud les hacía difícil a los afroamericanos imaginar una vida más allá de las plantaciones, siendo como eran a menudo descendientes de muchas generaciones de esclavos. Las poderosas restricciones ideológicas (a veces internalizadas por los propios esclavos), las leyes represivas y las pocas oportunidades de que gozaban tanto los fugitivos como los negros libres reducían en mucho las probabilidades de una resistencia esclava.

Vemos de este modo que aunque existen muchas diferencias importantes entre uno y otro grupo, hay en cualquier caso una serie de mecanismos de opresión que operan de manera similar en sendos casos. También las dinámicas, reivindicaciones y estrategias de ambos movimientos son similares. Con estas similitudes en mente, y reconociendo que ambas experiencias tienen una singularidad que conviene tratar con sensibilidad, se analizará en las siguientes líneas la idoneidad de que el movimiento en favor de los nohumanos se apropie de la retorica abolicionista humana y se compararán críticamente los esfuerzos de movilización.

Facciones abolicionistas renacientes

Quizás el punto en común más llamativo entre el movimiento contra la esclavitud humana y el posterior movimiento contra la esclavitud nohumana sea el desarrollo de facciones de perfil semejante. Como un fenómeno habitual en todos los movimientos sociales (Benford 1993), ambas causas han terminado albergando varias facciones con diferentes formas de identificar los problemas, las soluciones, las motivaciones, las tácticas y los objetivos. Uno y otro grupo han visto manifestarse facciones moderadas y radicales que disienten sobre cuestiones como el papel de la religión, la política, las acciones violentas, la persuasión moral no violenta y la resistencia basada en el consumidor. A menudo se acusa a este fraccionamiento de agotar los recursos del movimiento y debilitar su identidad y movilización (Benford 1993). No obstante, la segmentación puede llegar a jugar un rol importante a la hora abordar las deficiencias del activismo predominante y estimular la movilización y el ingenio. En referencia al movimiento abolicionista humano, Bell (1958) explica:

«El conflicto ideológico de la época […] fue origen de mucha discordia, lo que generó una falta de armonía que inhibió la acción pero fomentó una discusión profunda; y la propia articulación y valoración de las diferencias allanó el camino para una acción más decisiva y aun militante en los años sucesivos.» (39–40)

El movimiento por los derechos de los animales nohumanos ha desplegado muchos de estos mismos debates tácticos y ha terminado generado facciones similares. Si bien la religión no juega en su caso un papel tan importante como lo hizo en el abolicionismo humano de los siglos XVIII y XIX, no son pocos los activistas que basan sus reivindicaciones en argumentos de naturaleza religiosa. El «enfoque abolicionista» de Francione, por ejemplo, está fuertemente influenciado por el jainismo, en particular en su énfasis sobre el ahimsa (Francione 2009). Linzey (2009) y Schwartz (2001) también han elaborado una teoría de Derechos Animales fundamentada en la fe, mientras que algunos grupos se basan en los preceptos de las religiones mayoritarias, en especial la Jewish Vegetarians of North America [Judíos Vegetarianos de Norteamérica] y la Christian Animal Rights Effort [Iniciativa Cristiana por los Derechos de los Animales].

Las cuestiones políticas merecen una atención mucho mayor. La mayoría de las principales organizaciones dedican gran parte de sus recursos al cabildeo político y la reforma institucional. Dedo que no exigen ninguna reestructuración radical del sistema, estas actividades son indicativas de un movimiento social de carácter moderado (Piven y Cloward 1977; Zald y Ash 1966). Es esta misma moderación, con la subsiguiente dilución de objetivos, lo que alienta la formación de unas facciones más radicales cuyos discursos se articulan sobre una oposición clara hacia el sistema dominante (Beers 2006; Fitzgerald 2000). Las grandes organizaciones tienden a apostar por la «fruta madura», por así decirlo, realizando campañas contra prácticas que se consideran innecesarias dentro de las operaciones de la industria, como procedimientos particularmente atroces (patadas y golpes de los trabajadores a los animales) (Runkle 2012) u obsoletos. También tienden a apoyar campañas que son en gran medida intrascendentes para la producción de la industria (como el fomento de jaulas «enriquecedoras» de coste relativamente bajo) (HSUS 2011), o que incluso la mejoran (como cuando las reformas se presentan como medios para reducir las lesiones de los trabajadores, maximizar la eficiencia o mejorar la imagen de la empresa) (PETA 2007).

El enfoque francioneista de los derechos de los animales nohumanos surgió en respuesta al rumbo preponderante que el movimiento profesionalizado había tomado hacia el activismo legislativo y las reformas de bienestar (Francione 1996). Aunque muchas organizaciones profesionalizadas son técnicamente abolicionistas en el sentido de que buscan el cese total del uso de animales nohumanos, su atención estratégica en las reformas sugiere lo contrario. Francione rechaza el enfoque del activismo moderado, encontrando que a menudo afianza aún más el especismo al lograr que el uso de animales nohumanos resulte más rentable para la industria y menos inquietante para el público. En contraste, su defensa está puesta en un activismo centrado en la difusión del veganismo. Esta difusión, explica, debe ser de naturaleza no violenta, ya que la violencia se considera antitética al objetivo de poner fin a la opresión y exacerba las opiniones negativas que el público pueda tener hacia los activistas. De este modo, y aunque el abolicionismo, en lo que respecta a los objetivos, puede aplicarse a un buen número de activistas por los derechos de los animales nohumanos, será el abolicionismo francioneista, en virtud de su rechazo hacia cualquier activismo que complique o contribuya al uso de los demás animales, lo que guiará la discusión a lo largo de las próximas líneas. Además, es el abolicionismo francioneista en particular el que se ha apropiado de la terminología del movimiento humano (en especial por su empleo del término «abolición», pero también en su equiparación de la esclavitud humana con la esclavitud nohumana y en la confianza puesta en las tácticas no violentas fundamentadas en la moral). Así, encabeza una facción distinta que refleja con nitidez el enfoque garrisoniano para la erradicación de la opresión.

Comparación de tácticas

ACCIÓN DIRECTA

La acción directa no violenta ha sido una táctica fundamental para ambos movimientos abolicionistas. En el caso de la abolición humana, la forma más conocida de acción directa quizás sea la encarnada por los esclavos fugitivos. Los esclavos que promulgaron su propia libertad, los métodos para ayudar a los fugitivos, incluido el ferrocarril subterráneo de Harriet Tubman, y la resistencia de los estados del norte a la Ley de Esclavos Fugitivos, fueron acciones que desafiaron de forma directa la esclavitud humana. Aunque estas acciones tuvieron una gran importancia simbólica, las limitaciones estructurales imponían costes de oportunidad significativos a los esclavos fugitivos y a quienes les ayudaban a ocultarse. De hecho, la mayoría de los esclavos no intentaron jamás buscar su libertad, y nada impidió que aquellos pocos que lograron escapar fueran inmediatamente reemplazados. Así pues, esta táctica tuvo una utilidad un tanto limitada.

El equivalente más cercano de acción directa en la defensa de los nohumanos lo representan los rescates abiertos. Los activistas liberan a los nohumanos de laboratorios e instalaciones ganaderas bajo la premisa de que así se brinda una ayuda inmediata a los nohumanos rescatados y de que es un acto de gran importancia simbólica que crea conciencia sobre la inmoralidad del uso de animales nohumanos. Los abolicionistas francioneistas rechazan en gran medida el uso de la acción directa como forma de desafiar el especismo (Francione y Garner 2010). Como en el caso de la esclavitud humana, las instituciones se mantienen inalteradas a escala económica o política. Así, los nohumanos rescatados son sencillamente reemplazados por otros. Además, estas formas de acción directa son ilegales, tanto en un caso como en otro. Este hecho alimenta políticas reaccionarias que complican y criminalizan las actividades del movimiento. En su lugar, Francione defiende la divulgación del veganismo como una alternativa práctica que no crea costes de oportunidad para los activistas. El desarrollo de una cultura vegana que amenace la economía de las instituciones que emplean animales nohumanos constituye una acción que desafía directamente la esclavitud nohumana.

RESISTENCIA ESCLAVA

Sabemos que en ambos movimientos los oprimidos se han sentido en descontento y han deseado ser libres de acuerdo con los intentos individuales de resistencia personal. En el caso de los humanos, esto es algo apreciable en los «esclavos fugitivos», el ferrocarril subterráneo de Harriet Tubman, las rebeliones y las narrativas de los esclavos. La resistencia afroamericana ratificó y fortaleció la causa abolicionista humana (Ashworth 1995). Aunque los nohumanos no puedan articular su descontento, su deseo de ser libres lo expresan también en innumerables casos de rebeliones y de huidas (Hribal 2010). Estas acciones de resistencia socavan la creencia popular de que la esclavitud de los nohumanos se sucede en un estado de simbiosis. Por supuesto, esta creencia ha tenido un gran poder a la hora de reconocer o rebatir las proclamas de liberación. De esta forma, tanto los humanos como los nohumanos autoliberados se convierten en símbolos de una gran fuerza para las causas abolicionistas. El esclavo fugitivo Frederick Douglass, por ejemplo, jugó un papel fundamental a la hora de reflejar el descontento afroamericano y las injusticias sociales de la esclavitud. Douglass, prolífico activista, conferenciante y escritor, se convirtió en un ícono de la abolición, desafiando las ideologías racistas e inspirando la movilización (Brown 2004). Emily, una vaca escapada, ha desempeñado un papel similar en el movimiento abolicionista nohumano. Su muy publicitada huida de un matadero plasmó su deseo de ser libre y estimuló al público a contemplar a los nohumanos como personas. Inmortalizada hoy en la forma de una estatua de la Abadía de la Paz de Massachussets, Emily se ha convertido en un símbolo de la abolición nohumana y la lucha contra el especismo (Randa 2007). Se aprecia de este modo que la resistencia personal tiene un poder simbólico importante que puede desafiar las ideologías y privilegios opresivos y motivar la participación en el movimiento.

Las barreras de la especie suponen a pesar de todo un desafío único para los abolicionistas de la esclavitud nohumana. Esto ocurre a dos niveles. Primero, los nohumanos son incapaces de hablar en nombre propio y, segundo, muchos nohumanos son el producto de varios siglos de domesticación que los han dejado poco acostumbrados a la libertad e incapaces de sobrevivir sin el cuidado de los humanos. No obstante, muchos afroamericanos anteriores a la guerra tampoco eran capaces de expresarse por sí mismos. Aunque las narrativas impresas y las conferencias tuvieron una gran influencia, eran recursos inaccesibles para la mayoría de los afroamericanos. Las realidades sociales y políticas hacían que las voces afroamericanas fueran a menudo censuradas e ignoradas. Como ya hemos visto, las leyes de alfabetización de muchas regiones prohibían que los afroamericanos tuvieran acceso a la educación. Estas barreras educativas hicieron que los afroamericanos se vieran limitados no sólo en la articulación de su deseo de ser libres, sino incluso en el potencial para reconocerlo. Las influencias ideológicas y culturales, a menudo producto de muchas décadas o siglos, provocaron que la mayoría de los afroamericanos no contemplasen la libertad como una opción. Las realidades sociales, políticas y económicas fuera de las plantaciones hicieron a su vez que la resistencia pareciese inútil. Aun hoy, las barreras sociales, políticas y económicas continúan privando de sus derechos a muchos afroamericanos, limitando sus habilidades y su capacidad de influencia. Así pues, mientras que los nohumanos carecen físicamente de voz humana y se ven biológicamente alterados por la domesticación, los afroamericanos sufrieron restricciones similares sobre su potencial de resistencia, impuestas en su caso a nivel social.

Sin embargo, las diferencias relacionadas con la especie siguen planteando desafíos de especial dificultad. No existe por ejemplo un equivalente nohumano a la influyente gira de conferencias que impartiera Frederick Douglass (Buccola 2012). Los nohumanos no pueden aproximarse a la sociedad humana y compartir sus experiencias con sus propias palabras, y la mayoría de los animales nohumanos que logran escapar son recapturados o asesinados (Hribal 2010). Los negros liberados y los fugitivos podían hallar refugio en los estados del norte, Canadá o el extranjero, pudiendo incluso contar con la ayuda ocasional de aquellos que decidían ignorar la Ley de Esclavos Fugitivos. Los nohumanos sólo pueden confiar en una red aún más dispersa de individuos voluntarios y un puñado de santuarios. Y aunque los santuarios son de enorme importancia a la hora de poner rostro y compartir las historias de los miles de millones de nohumanos explotados, hay muy pocos íconos y líderes nohumanos libres que inspiren la adhesión del público al movimiento.

Dado que los activistas en favor de los nohumanos no pueden basarse en narrativas personales y cuentan con muchos menos casos de autoliberación sobre los que llamar la atención del público, es habitual que sus actividades se basen más en las descripciones del sufrimiento (DeCoux 2009). Esto por lo general suele lograrse por medio de narrativas en segunda persona, imágenes gráficas y otra clase de recursos impactantes. Pero este tipo de tácticas suelen venir empleadas por organizaciones cuya principal actividad está centrada en la consecución de reformas de bienestar. Los abolicionistas, por el contrario, tienden a restar importancia a estas herramientas en favor de la argumentación racional (Wrenn 2013). Esto por lo común implica enfocarse en el estatus de propiedad de los nohumanos, ya que las reformas de bienestar se consideran incompatibles con la liberación. De hecho, Francione argumenta que las reformas de bienestar son por lo general económicamente beneficiosas para la industria y tienden a hacer que el público se sienta más cómodo con el uso de los animales nohumanos (Francione y Garner 2010). Dada así su estrecha asociación con el enfoque bienestarista, las descripciones del sufrimiento podrían tener una difícil cabida en el contexto abolicionista (Wrenn 2013). No obstante, DeCoux (2009) sugiere que ignorar el sufrimiento obstruye el logro de la meta perseguida: «El poco éxito de los abolicionistas en su esfuerzo por difundir el veganismo bien podría ser el resultado de un enfoque centrado casi exclusivamente en el estatus de propiedad de los animales como el mal a superar» (33). Pero apropiarse de tácticas bienestaristas tradicionalmente asociadas con la regulación podría restar valor al objetivo abolicionista al eclipsar la necesidad de poner fin al uso de los nohumanos por encima de reformarlo.

Violencia

La violencia como otra forma de acción directa tuvo en el movimiento abolicionista humano resultados bastante dispares. Aunque se inició como un movimiento de no resistencia, muchos abolicionistas terminaron por recurrir a la resistencia violenta (Perry 1995). En los Estados Unidos, las rebeliones de esclavos (en particular la rebelión de Nat Turner y la incursión de John Brown) tuvieron el nocivo efecto de persuadir a muchos estadounidenses respecto de la inseguridad que suponía la liberación de los esclavos. Las tácticas violentas no sólo causaron el endurecimiento de las leyes contra los esclavos, sino también que se redujera el favor del público hacia el activismo contra la esclavitud (Ferrell 2006). Ashworth (1995) explica: «El intento de insurrección hizo que muchos sureños se sintieran indefensos, llenándose de ira y ansiedad ante la perspectiva de un ataque militante de los detractores norteños de la esclavitud» (132). Muchos culparon a los abolicionistas de incitar levantamientos violentos y, como reacción a esa violencia, los sureños se volvieron intolerantes hacia las críticas, comenzando a limitar el derecho a la libertad de expresión. Se ha de indicar sin embargo que en Gran Bretaña los levantamientos de esclavos en las colonias del país tuvieron de hecho una gran influencia a la hora de fomentar la creciente idea de que la esclavitud era un sistema insostenible. Los disturbios e insurgencias tienen el potencial de atraer la atención y suscitar reacciones (Piven y Cloward 1977). Así, aunque la violencia no llegó a evocar el interés de los británicos por los derechos humanos, sí logró avivar un malestar hacia la inestabilidad de la esclavitud que iba en aumento a medida que se popularizaba el sistema de salarios (Drescher 2002).

En el movimiento en favor de los nohumanos, sin embargo, la violencia ha tenido resultados desastrosos. Algunos activistas han recurrido a daños materiales, amenazas y otras formas de sabotaje. Estas acciones han estado destinadas a infligir costes sustanciales a las instituciones explotadoras o a fomentar el miedo entre los empleados y propietarios con la esperanza de disuadirlos de sus prácticas especistas. Por otra parte, muchos animales nohumanos, actuando en su propia defensa, han utilizado la violencia contra los explotadores. En ambos casos, sin embargo, la violencia se demuestra ineficaz a la hora de generar un cambio significativo. De hecho, la violencia tiende a resultar en una extinción rápida, un aumento de los costes de oportunidad y una mayor restricción legislativa. En particular, el activismo violento impulsó la aprobación de la Ley de Terrorismo contra Empresas Animales (Lovitz 2010; Potter 2011). Esta ley, sacada adelante gracias en buena medida a las presiones del lobby de la industria, garantiza que cualquier forma de activismo que interfiera en el uso de los nohumanos pueda ser considerado un acto criminal. Su ambigua redacción pone en riesgo incluso al activismo pacífico. Para los animales nohumanos que emplean la violencia para defenderse (acción por la cual difícilmente podrían ser reprobados), las consecuencias resultan aún más trágicas. Con frecuencia, los nohumanos que se rebelan, se muestran agresivos o atacan a sus explotadores sufren una mayor limitación de su libertad o reciben una represalia severa. En muchos casos, su castigo supone la muerte directa (Hribal 2010).

Más allá de lo impracticables que resultan las tácticas violentas en la realidad política actual, la violencia dentro del movimiento en favor de los nohumanos tiene el efecto añadido de exacerbar el sentimiento público. De hecho, muchos tienden a estereotipar a los activistas como radicales, fanáticos, peligrosos y, como sugiere la Ley, terroristas. Por su parte, la mayoría de los nohumanos que se rebelan contra sus explotadores reciben pocas simpatías, siendo por el contrario catalogados como bestias y brutos desagradecidos que merecen una destrucción inmediata. Es importante destacar sin embargo que las tácticas violentas son fundamentalmente contrarias al mundo no violento e igualitario al que aspiran los activistas. El empleo de la violencia demuestra que los activistas no han logrado aún desligarse de esa sociedad violenta que tanto desean transformar (Hall 2006). En contraste, Chenoweth y Stephan (2011) encuentran que los movimientos no violentos, en su capacidad de tomar menos riesgos, atraer a más partidarios y, por lo mismo, mover mayores recursos, tienen, en promedio, una mayor probabilidad de éxito. Sostienen además que los cambios sociales no violentos tienen una mayor probabilidad de resultar duraderos. En este sentido, el movimiento abolicionista nohumano ha repetido algunos errores lamentables de su predecesor. La violencia en el movimiento abolicionista humano estadounidense tendió a generar reacciones públicas violentas, fortalecer las barreras legales y contrariar los ideales abolicionistas de paz y de concordia. El movimiento abolicionista nohumano está padeciendo resultados igualmente desafortunados.

Persuasión moral

Como alternativa a las estrategias violentas, los abolicionistas estadounidenses abogaron por la persuasión moral, aunque ciertamente no todos compartieron esa decisión. Iniciada por los cuáqueros y los negros libres de los estados del norte, la estrategia fue intensamente promovida por William Lloyd Garrison (Adeleke 1998). Los activistas confiaron en persuadir al público de lo injusto de la esclavitud más allá de su cuestionabilidad económica o política:

«Era una ideología integradora y optimista, fundamentada en la fe por el potencial de los valores universales —valores supuestamente compartidos por toda la humanidad—. Proponía una visión del mundo que definía el progreso como el triunfo de los ideales éticos universales, unos ideales que, bien cultivados, se consideraban lo suficientemente fuertes como para convertir a los negros en miembros aceptados e integrales de la familia humana. También reflejaba una profunda fe en el hombre, en su capacidad de raciocinio y su inclinación por el progreso.» 

Adeleke
1998: 128

Se pensó que la trasformación social llegaría a través de un cambio en la opinión pública y no a través de la violencia o el poder legislativo (Ferrel 2006). En EEUU, surgieron divisiones entre los negros libres en cuanto a si los abolicionistas debían trabajar hacia una mejora moral universal de la sociedad o si se debía estimular una mayor conciencia racial en la superación personal de los afroamericanos en su lucha contra los prejuicios (Bell 1958, Quarles 1969).

Como ya fue comentado antes, la religión ocupó un protagonismo central en muchos de los argumentos morales abolicionistas (Bell 1958), reflejando el revivalismo y la temperancia de la época (Curry y Goodheart 1982; Midgley 1996). De hecho, algunos dedicaron abiertas críticas a la iglesia por perpetuar los prejuicios raciales. Sin embargo, muchos abolicionistas, incluido Garrison, rechazaron los intentos por reformar la iglesia, ya que entendían que estaba demasiado anclada a su postura de apoyo o neutralidad hacia la esclavitud. Todas estas tácticas estuvieron también inspiradas por la no violencia (Curry y Goodheart 1982). Pero el apoyo a la no violencia era a menudo contradictorio y ambiguo, y a finales de la década de 1850, la violencia fue cobrando cada vez mayor apoyo como herramienta de oposición. Se consideró que la persuasión moral había fracaso y que era una estrategia en buena medida poco realista dado el clima violento de la América anterior a la guerra.

Los abolicionistas de la esclavitud nohumana también han depositado una fe considerable en la idea de que la humanidad está fundamentalmente interesada en el progreso y en que la razón es la herramienta más apropiada para estimular el cambio social. Este movimiento ha estado inspirado históricamente en el abolicionismo humano y sus esfuerzos por la persuasión moral, canalizados mediante el establecimiento de departamentos de educación humanitaria desde los cuales se difundían boletines y folletos, se organizaban clubes juveniles y se impartían conferencias en colegios y en iglesias (Beers 2006). Hoy en día, es el abolicionismo francioneista en particular el que recurre a la persuasión moral fundamentada en la racionalidad. No obstante, y como ya se ha comentado antes, la dependencia excesiva en esta estrategia ha sido puesta en cuestión por quienes sostienen que la apelación a las emociones y las descripciones del sufrimiento son recursos de no menos importancia (DeCoux 2009). Por otro lado, algunos abolicionistas han criticado al abolicionismo francioneista de no ser lo suficientemente racional (Johnson 2012). Por ejemplo, Francione (2012) rechaza la necesidad de que las campañas de divulgación estén basadas en el discurso racional, accediendo a un activismo sostenido en la espiritualidad, la compasión y otro tipo cuestiones subjetivas. Otros, como se dijo más arriba, son pesimistas con respecto a la moral del público, por lo que apoyan acciones legislativas, directas o violentas a modo de compensación.

Resistencia basada en el consumidor

Otra eventual estrategia no violenta del movimiento abolicionista se aprovechó del nexo económico entre los activistas, el público y los esclavos. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el boicot de los británicos a los artículos producidos por esclavos, a saber, el azúcar y el ron, se convirtió en una forma popular de resistencia de la que cualquier persona podía ser partícipe. Los abolicionistas distribuyeron miles de folletos alentando al público a la renuncia de estos productos. Se pensó que las presiones económicas podrían acelerar la abolición de la esclavitud en lo que fue una de las primeras campañas que enfocaba la injusticia en términos de responsabilidad consumidora (Glickman 2004). Las tiendas reconocieron las inquietudes éticas de sus clientes y comenzaron a ofrecer alternativas menos objetables, tal y como lo evidencia este anuncio de un comerciante de Syffolk:

«Así que me siento impresionado (como he dicho) por el sufrimiento y el malestar que expresa el pueblo herido, y también siento aprensión, al saber que estoy alentando la esclavitud al comerciar con un artículo que parece ser el soporte principal de la trata de esclavos, por lo que me sirvo de este medio para informar a mis clientes de mi intención de no volver a vender AZÚCAR (una vez me haya desecho de las existencias que aún poseo) hasta que pueda adquirirlo a través de canales menos contaminados, más desvinculados de la esclavitud, y menos manchados de sangre humana.» 

Wright
1792

Se ha dicho que comprar productos de comercio justo y boicotear los artículos particulares es una declaración política importante y una resistencia económica de gran poder (Dickinson y Hollander 1991; Micheletti y Follesdal 2007; Pivin 2008). Los consumidores pueden así reutilizar los sistemas económicos de la explotación como un medio con el que mitigar la desigualdad y la opresión (Evans 1989; Parker 1999). La abstinencia de mercancías producidas por esclavos reflejó la perspectiva del movimiento en la reforma moral y creó una noción de responsabilidad personal en el público (Midgley 1996). Las ventas de azúcar cosechado por esclavos cayeron en más de un tercio, mientras que el producido por mano de obra libre en la India aumentó de forma sustancial. Sin embargo, gran parte del público halló en la opción un sacrificio excesivo, ya que el azúcar era entonces un producto muy popular y valorado, profundamente integrado en la cultura británica de aquellos tiempos (The Economist 2006; Midgley 1996). Este poema de la época lo evidencia:

«Lo siento, pero es de una madre este corazón,
Cómo podría entonces prescindir de azúcar y de ron?
En especial de azúcar, tan necesario como es
Cómo renunciar a nuestros postres, nuestros cafés y nuestros tés?»
 

Cowper
1788

De hecho, la popularidad del boicot en Gran Bretaña decayó tras la abolición del comercio de esclavos en 1807. Sin embargo, siguiendo el ejemplo británico, la práctica se afianzó en los Estados Unidos en la década de 1820, provocando que algunos vendedores empezaran a ofrecer productos de comercio justo (Glickman 2004). El intento estadounidense de resistencia basada en el consumidor fue en cualquier caso limitado y la campaña nunca llegó a alcanzar los niveles más altos logrados por su homólogo británico. Los artículos de comercio justo estaban por lo general restringidos a los estados del norte, y en la década de 1840 los abolicionistas comenzaron a abandonar esta estrategia por considerarla improductiva. Se pensó además que pedirle al público que renunciara a ciertos productos suscitaría una imagen demasiado virtuosa y puritana del movimiento abolicionista. La disponibilidad y el bajo coste de los artículos producidos por esclavos también fueron un obstáculo (Midgley 1996). Y, en ambas naciones, los productos libres eran a menudo de dudosa autenticidad (Glickman 2004).

El movimiento abolicionista nohumano ha tomado una ruta similar con su fomento del veganismo. Sin embargo, existe una diferencia importante entre los boicots de uno y otro movimiento a los productos básicos. Si bien es cierto que el azúcar era un artículo integral en la vida británica, el producido por mano de obra libre en la India era una alternativa disponible y, en general, los ciudadanos británicos no se vieron forzados a cambios sustanciales en sus hábitos de consumo. Por contra, los abolicionistas en favor de los nohumanos, además de incitar al boicot de las prácticas de consumo que dañan de forma indirecta a los nohumanos (como los lácteos, los huevos, las carreras de caballos, los rodeos y los productos testados en nohumanos, por ejemplo), también emplazan al boicot de los productos y las actividades que lo hacen de forma directa. Esto incluye la carne, las pieles, la cría de animales domésticos y la caza. De este modo, el movimiento por los nohumanos precisa de un boicot que demanda de los consumidores una transformación amplia de su conducta personal. Los artículos que imitan los productos de origen animal podrían ocupar el lugar del azúcar de comercio justo de los activistas contra la esclavitud, y son muchas las organizaciones que los promocionan activamente. Pero, aunque las alternativas veganas tienen una disponibilidad cada vez mayor, los productos especiales y los restaurantes veganos tienden a concentrarse en las grandes ciudades y en los núcleos urbanos con altos índices de ingresos.

Los boicots animalistas se centran mucho más en la explotación directa que su homólogo humanista. El movimiento británico pidió que se rechazara la esclavitud, pero la mayor parte del público no participaba en la posesión directa de esclavos (si bien es cierto que muchos se beneficiaban indirectamente de una sociedad basada en la esclavitud). Así pues, los abolicionistas humanos estaban forzados a ir más allá de los productos que generaban un daño directo e incluir aquellos subproductos de la esclavitud que alimentaban el sistema de forma indirecta. Esto les proporcionó un apoyo mucho más amplio, ya que la ausencia de una implicación directa en la explotación hacía que fuese más fácil persuadir al público.

Por contra, el movimiento en favor de los nohumanos se enfrenta a la difícil tarea de desafiar la participación directa del público en la explotación —la mayoría de los británicos y estadounidenses consumen con regularidad grandes cantidades de productos de origen animal—. Es cierto que también en una sociedad especista son los propietarios de esclavos (los granjeros, los vivisectores, etc.) quienes se benefician más directamente de la mercantilización de los animales nohumanos, pero el contacto directo de los consumidores con los cuerpos y el trabajo de los animales nohumanos supone un desafío relativamente único. Por ello, a los abolicionistas no les ha resultado fácil cubrir su necesidad de identificar al adversario sin provocar al mismo tiempo la enemistad de nuevos adeptos potenciales (Maurer 2002). Además de eso, algunos activistas afirman que el veganismo no llega lo suficientemente lejos. Harper (2010) alienta a los veganos a reexaminar las deficiencias éticas de muchos alimentos veganos y «libres de crueldad», como los tomates, el azúcar y los refrescos. Y otro tanto ocurre con la campaña en contra del aceite de palma, que cuestiona la insostenibilidad de una práctica que resulta enormemente destructiva para los ecosistemas de la selva tropical, en especial para los orangutanes (Bartolotta 2012). El debate de los veganos en torno a la utilidad de los boicots a los productos con este tipo de conexión indirecta es sin embargo un reflejo del criticismo de los abolicionistas pretéritos con respecto a la campañas a favor de los productos libres (Nashville-Veg 2012).

Además, el movimiento animalista dominante ha estigmatizado la difusión del veganismo por miedo a parecer demasiado radical, puritano y elitista (Francione y Garner 2010). Las organizaciones profesionalizadas tienden a alejarse del veganismo por temor a socavar la accesibilidad y popularidad del movimiento (Friedrich 2010; Joy 2008; Norris 2009). De hecho, muchos activistas adoptan una visión pesimista que recuerda bastante a los abolicionistas por los Derechos Humanos del siglo XIX, lo que los conduce a rechazar el potencial de difundir el veganismo. Pero, a diferencia del movimiento abolicionista humano, que terminó en buena medida abandonando las apelaciones al consumidor, el movimiento abolicionista nohumano sigue manteniendo el veganismo como su base moral (Francione y Garner 2010). La resistencia basada en el consumidor es posiblemente el eje central de su activismo. Según el abolicionismo francioneista, aquel que no es vegano no puede ser considerado abolicionista. Una vez más, el veganismo se distingue de las campañas a favor de los productos libres promovidas por los abolicionistas de los Derechos Humanos en el hecho de incluir el rechazo al consumo directo de los nohumanos, lo que hace del requisito algo en su caso mucho más razonable. Uno no podría ser considerado un abolicionista en favor de los humanos siendo al mismo tiempo un esclavista, por ejemplo, y, del mismo modo, uno no puede ser considerado un abolicionista de los nohumanos al mismo tiempo que consume o hace uso de su carne. Esta coherencia ética resulta mucho más esencial en el caso de los animalistas que en el de los humanistas. Quizá sea ésta un área en el que los primeros podrían salvar el fracaso que sufrieron los segundos. Mientras que el movimiento humanista abandonó la resistencia de los consumidores con relativa rapidez, no habiendo llegado nunca posiblemente a depositar demasiada fe en la estrategia, los animalistas sostienen que el veganismo es un requisito indiscutible para la defensa abolicionista —se espera que los activistas sean veganos y basen su labor en la difusión del veganismo—. Aunque fue de corta duración, la campaña de productos gratuitos previa al estallido de la guerra supuso el más importante y duradero éxito en la generación de una cultura antiesclavista. Así pues, aunque al principio pueda ser difícil que el veganismo represente una amenaza significativa para la industria, su importancia en la normalización del antiespecismo podría resultar incalculable.

Iniciativas legales

El apoyo a la persuasión moral y a la resistencia basada en el consumidor estuvo ciertamente lejos de ser universal en el movimiento abolicionista humano. Estas estrategias reflejan la falta de fe en la promulgación de cambios gubernamentales (Midgley 1996), pero muchos abolicionistas siguieron confiando en que el gobierno pudiera tener una influencia real, presentando peticiones regulares al Congreso (Ashworth 1995), formando partidos en las décadas de 1840 y 1850, y tratando de socavar el poder político del Sur en el Parlamento (Ferrell 2006). Sin embargo, las iniciativas políticas resultaron a menudo fallidas, como lo demuestra la Ley Mordaza de las décadas de 1830 y 1840, que rechazaba automáticamente cualquier propuesta relacionada con los esclavos. Esto sólo sirvió para impulsar las peticiones de reforma, y la recogidas de firmas se convirtieron en una forma popular de activismo tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña. Las primeras campañas políticas abolicionistas solicitaban una gradual emancipación de los negros o su emigración a las colonias africanas. Tanto los negros libres como Garrison rechazaron sin embargo la transigencia de estas reclamaciones en favor de una abolición de carácter inmediato (Ferrell 2006). En la década de 1830, Garrison y otros inmediatistas estadounidenses llegarían a descartar por completo la acción política y los aparatos jurídicos preexistentes por considerarlos un recurso inútil (Ashworth 1995). Otros, incluido Douglass, veían en la intervención gubernamental un complemento necesario de la persuasión moral, ya que las apelaciones a la razón parecían cada vez más infructuosas (Curry y Goodheart 1982). No se puede negar que los actos legislativos fueron de enorme importancia para el movimiento abolicionista humano. El Acta de Comercio de Esclavos de 1807 y la Ley de Abolición de la Esclavitud de 1833 de Gran Bretaña (provocada tras un aluvión de solicitudes contra la esclavitud), así como las prohibiciones estatales sucedidas en el norte de los Estados Unidos y, ya por fin en la década de 1860, la proclamación de emancipación y la ratificación de la Decimotercera y Decimocuarta Enmiendas, fueron todo victorias críticas para la causa abolicionista. Generaron un cambio social incomparable al de otras estrategias. No obstante, la falta de un desafío significativo a las ideas que apoyaban la esclavitud hizo que el tráfico ilegal de esclavos persistiera tras la abolición de la trata, continuando en formas como el peonaje o la aparcería (Ferrell 2006).

Hoy en día, el movimiento animalista tiende a depender mucho de las iniciativas legislativas. Cierta culpa de ello la tiene la pesimista suposición de que buena parte del público será siempre inmune a las llamadas a la ética y a la razón. Robert Garner se ha mostrado particularmente escéptico sobre la utilidad de divulgar el veganismo, arguyendo la imposibilidad de sostener esta opción moral sin un cierto apoyo político y jurídico. De hecho, muchas de las principales organizaciones animalistas combinan sus esfuerzos de cambio social con campañas legislativas destinadas a reformar o prohibir ciertas prácticas concretas. Aunque buena parte de esta tarea corre a cargo de las organizaciones, la movilización del público cobra también protagonismo a través de sus firmas y sus votos. La Proposición 2 de California, por ejemplo, buscaba mejorar las condiciones de vida de los nohumanos utilizados para el consumo humano. Aprobada en 2008, la iniciativa estuvo liderada por HSUS, ASPCA y otras importantes organizaciones animalistas, implicando una gran cantidad de campañas y recogidas de firmas. Sin embargo, dado que la proposición estaba pensada sólo para generar algunas mejoras menores (posiblemente insignificantes) y prorrogables, los abolicionistas francioneistas consideran esta proposición (y otras similares) como un fracaso. De hecho, Francione (1996) opina que este tipo de «victorias» legales tienden a relacionarse con prácticas ganaderas ineficaces y destinadas a la erradicación aun en ausencia de cualquier disposición legislativa. Por ejemplo, en un informe elaborado por PETA por motivo de su campaña en pro del sacrificio de pollos mediante aturdimiento con atmósfera controlada, se resaltaba la rentabilidad del cambio para los productores gracias al aumento en la capacidad de producción, la mejora en las condiciones laborales, la reducción de daños en los cadáveres, la disminución de costes de trabajo y la mayor calidad del alimento (PETA 2007). Más recientemente, Mercy For Animals convenció a los proveedores de Kraft de que suprimiesen la «innecesaria» práctica de cortarle la cola al ganado vacuno. Tal y como explican ellos mismos, «no resulta beneficiosa ni para los animales ni para los trabajadores» (Mercy For Animals 2012), siendo una costumbre «inútil» y «obsoleta» (Runkle 2012). La explotación y matanza de nohumanos queda así simplificada de manera efectiva, mientras su cosificación continúa sin ser abordada y se atienden sólo aquellas prácticas cuya supresión puede ser considerada económicamente beneficiosa (o cuando menos «innecesaria» para la producción).

Francione (2010) a su vez advierte que las iniciativas legales crean la ilusión de que las injusticias han sido identificadas y solucionadas, haciendo que el público se sienta mejor con la continuación del uso y la explotación de los nohumanos. De hecho, la idea del mayor bienestar, promocionada tanto por la industria como por los colectivos animalistas, ha fomentado el crecimiento de los productos de origen animal «humanitarios», hoy en día en auge. No se presenta ningún desafío serio al consumo de animales nohumanos. Muy al contrario, su consumo se refuerza y continúa incólume. Y lo hace gracias a la ilusión de que los animales nohumanos son explotados y asesinados «de manera compasiva», una ilusión difundida por organizaciones que dicen actuar en defensa de los intereses de los demás animales.

De este modo, el recurso legislativo apenas ha logrado unos cambios sociales muy atenuados y unas regulaciones muy alejadas de la erradicación. Dado que los animales nohumanos continúan siendo propiedades, el resultado es poco sorprendente. Los activistas contra la esclavitud lograron al menos que la personalidad de los afroamericanos fuese reconocida socialmente, algo a lo que contribuyó mucho la población de negros libres. Pero, mientras se siga sin cuestionar el estatus de propiedad de los animales nohumanos, lo único razonable que se podrá esperar de las iniciativas legales es la reforma de su esclavitud.

Por tal motivo, esta estrategia ha supuesto la raíz de buena parte de la fragmentación del movimiento en defensa de los nohumanos iniciado en el siglo XIX (Beers 2006). El rechazo total a las acciones legales caracteriza al abolicionismo francioneista tanto como caracterizó al abolicionismo garrisoniano. En defensa de las iniciativas jurídicas están el poco riesgo y el bajo coste debidos al empleo de espacios sancionadores preexistentes. Francione responde sin embargo que, en ausencia de un apoyo público a la abolición, la leyes serán ineficaces y muy limitadas. Postula a su vez que, una vez lograda una masa crítica de veganos, las medidas legislativas serán más contundentes y podrán cercar a quienes se resistan al antiespecismo.

Medios de comunicación

Además de en las acciones legislativas, el movimiento abolicionista de los Derechos Humanos se basó en buena medida en la distribución de literatura de fomento de la liberación. Esto resultó especialmente necesario frente a una población sureña que se mostraba poco receptiva: «La oficina de correos se convirtió en un excelente órgano de propaganda en aquellas zonas del país donde no era posible la presencia física» (Savage 1928: 156). Pero esta estrategia tuvo que hacer frente a una dura resistencia. Los estados del Sur empezaron a ofrecer recompensas por la entrega de editores y autores de literatura abolicionista, consideraba sediciosa, obscena e incitadora de la agitación esclava. Muchos de estos estados incluso llegaron a prohibir la literatura abolicionista por completo. Las sanciones por violar estas leyes iban desde costosas multas hasta castigos penales o incluso la muerte. Savage (1928) señala, sin embargo, que estas prohibiciones no disuadieron a los abolicionistas del Norte de la distribución de literatura en el Sur. A pesar de todo, los sureños lograron a menudo detener y destruir el material proveniente de las oficinas de correos. Éstas mostraron una constante oscilación entre la obediencia a las objeciones del Sur y la defensa del derecho constitucional de los abolicionistas a la distribución. Esta tensión culminó con la intervención del gobierno, que se decantó por fin en favor del deber constitucional de los administradores de correos de distribuir incluso aquellos envíos que pudieran considerarse censurables —si bien esta ley nunca llegó a respetarse en su totalidad—.

La literatura popular, por supuesto, también tuvo una gran influencia en el apoyo a la causa abolicionista. Novelas como La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe (o Huckleberry Finn, de Mark Twain, publicada dos décadas después de la abolición de la esclavitud), y las narrativas de los esclavos, como la autobiografía de Frederick Douglass, desafiaron los puntos de vista más románticos sobre la esclavitud, logrando la humanización de las víctimas y despertando el sentimiento y la acción abolicionista colectiva. Estos trabajos tuvieron una gran relevancia frente a los contramovimientos y las ideologías racistas imperantes. La aparición de la fotografía también resultó de gran importancia para el abolicionismo. Las imágenes de esclavos, aunque raras, fueron imprimidas y distribuidas en masa (Berger 2011). Con estas fotos se ponía rostro a la víctimas y se ilustraba de forma gráfica el impacto de la esclavitud.

Los activistas a favor de los demás animales también se han apoyado mucho en los medios de comunicación, habiendo sabido pronto sacar provecho de las innovaciones tecnológicas. Azabache, de Sewell, en 1877, y Liberación animal, de Singer, en 1975, fueron de enorme importancia a la hora de generar una conciencia pública hacia el sufrimiento de los nohumanos (Beers 2006). Mientras, Lluvia sin truenos, de Francione, lograría en 1996 activar la acción abolicionista en defensa del resto de animales. No obstante, el movimiento animalista también se ha visto enfrentado a censuras y sesgos de notable perjuicio para la causa. Los mensajes en favor de la liberación de los nohumanos se ven por lo general vetados por parte de los principales medios de comunicación (Blaxter 1999), salvo cuando aparecen tergiversados bajo una atmósfera especista (Kew 2003). Los veganos y animalistas que logran llegar a estas plataformas sufren un retrato negativo y estereotipado abrumador (Cole y Morgan 2011). En contraste, los medios refuerzan el statu quo especista mediante un apoyo abierto a la instrumentalización del resto de los animales (Freeman 2009). Por otro lado, el mensaje abolicionista se ve a un mismo tiempo eclipsado por las organizaciones animalistas profesionalizadas, que desarrollan su discurso en el marco de las reformas de bienestar, omitiendo y minimizando la importancia del veganismo y el trabajo de los abolicionistas (Francione y Garner 2010). El resultado es un muro de doble contención que hace que el movimiento abolicionista se vea obligado a luchar simultáneamente contra el reaccionarismo de la industria y la censura interna del propio movimiento.

Por fortuna, el movimiento animalista ha podido desafiar y superar parcialmente estos obstáculos gracias a la ayuda de las tecnologías modernas, sobre todo de internet. De hecho, es posible que internet represente la diferencia más crítica con el movimiento abolicionista humano. La acción colectiva online supone muchos menos costes de oportunidad: tiene una gran disponibilidad, es relativamente asequible, mueve la información con rapidez, presenta menos riesgos personales para los activistas, y puede llegar a una gran audiencia global (Earl y Schussman 2003). Para los abolicionistas marginados que tratan de hacerse oír en medio de tanta defensa profesionalizada de los animales nohumanos, internet brinda unos costes iniciales bajos, fomenta el espíritu empresarial y ofrece una plataforma para mensajes abolicionistas que de otro modo serían ignorados. Los activistas en defensa de los demás animales cuentan a su vez con la ventaja del cine y la televisión, y es muy amplia ya la distribución que se ha hecho de vídeos que describen de forma gráfica las verdaderas condiciones en que tiene lugar la explotación de los animales nohumanos. Así pues, aunque el movimiento animalista sigue haciendo uso de narrativas y escritos secundarios, podría obtener una fuerza única del acceso a internet, el cine y la televisión.

Acción internacional

Vale la pena mencionar una última estrategia empleada por el movimiento abolicionista de los Derechos Humanos y reflejada también en el actual movimiento en favor de los derechos de los animales nohumanos: la acción internacional. Los activistas británicos ayudaron y alentaron activamente a los abolicionistas yanquis en sus esfuerzos de divulgación. Esto tuvo una particular utilidad tras la prohibición exitosa de la esclavitud en Gran Bretaña (Ferrell 2006). Los activistas estadounidenses trazaron redes con las activistas británicos y basaron buena parte de su labor en las estrategias marcadas por estos. Aunque la acción internacional no es exclusiva del movimiento abolicionista humano y resulta característica de muchos de los movimientos sociales de la actualidad, tiene ciertamente una relevancia particular en el movimiento en defensa del resto de los animales. Los abolicionistas nohumanos, en particular los francioneistas, sufren de una distribución geográfica muy diseminada. Las redes internacionales son un medio importante de lograr que los activistas de todo el mundo se asocien, unan recursos y elaboren estrategias. Una vez más, internet juega un papel clave en el soporte de esta movilización (Francione y Garner 2010).

La investigación sobre las coaliciones internacionales en la defensa de los Derechos Humanos sugiere que el desarrollo puede verse ralentizado allá donde no se producen las alianzas, lo que hace que las iniciativas internacionales sumen importancia en la evolución de un movimiento (Chilton 1995). Sin embargo, la acción internacional no está exenta de defectos. Por ejemplo, la expansión de la liberalización económica y la idealizada noción occidental de los derechos asociados con ella no gozan de una aceptación universal, lo que podría limitar el alcance de las reivindicaciones hechas en nombre del resto de animales. Si la imposición del enfoque occidental de los Derechos Humanos se ha encontrado con resistencias y desacuerdos, las ideas occidentales sobre los derechos de los otros animales se habrán de enfrentar a una dificultad aún mayor a la hora de lograr el reconocimiento mundial. Ésta podría ser la razón del enfoque occidentalista del movimiento en la actualidad, con su actividad restringida principalmente a Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Europa Occidental, Australia y Nueva Zelanda. Por otro lado, las iniciativas internacionales se han de enfrentar a su vez a las fluctuaciones políticas regionales (Smith 1995), pudiendo la cooperación agravar las barreras del movimiento en tanto que se complique la organización y se introduzcan conflictos culturales e ideológicos (Maney 2000; Princen 1995). Así, los movimientos animalistas que vayan emergiendo en países no occidentales podrían verse enfrentados a ciertas tensiones significativas a medida que la realidad del sistema doméstico choque con las acciones internacionales de Occidente (Jacobsson 2013).

Consecución de objetivos

El movimiento abolicionista humano estadounidense logró su objetivo de acabar con la esclavitud a mediados del siglo XIX. Sin embargo, el movimiento humanista, abstraído en buena medida en consideraciones económicas, no tuvo en cuenta las ideologías racistas que persistieron incluso mucho tiempo después de la abolición. De hecho, las promesas igualitarias del periodo de la reconstrucción se vieron rápidamente comprometidas a medida que la política, los procedimientos y las instituciones se fueron de nuevo asentando sobre prácticas de discriminación. Se les negó el voto a los afroamericanos, se prohibió el matrimonio interracial, la aparcería reemplazó a la esclavitud, y se impuso la segregación. DuBois dedicó gran parte de su carrera a luchar contra estos problemas sociales, defendiendo la desegregación, el acceso educativo y la representación política de los afroamericanos (Lewis 1995). El desafío a las ideas racistas y la verdadera materialización de la igualdad no comenzaron hasta la aparición del movimiento por los Derechos Civiles, que representó posiblemente una segunda ola del movimiento abolicionista estadounidense. Esto no significa que el racismo haya llegado a ser erradicado por completo. Bien al contrario, muchas instituciones sociales siguen siendo terriblemente discriminatorias, como bien revelan Davis (2005) en su crítica al moderno complejo industrial de prisiones y Massey y Denton (1993) en su estudio sobre las viviendas segregadas, por ejemplo. Sea como fuere, ha de quedar claro que el movimiento que desee acabar con el estatus de propiedad de las personas sintientes debe tener también en cuenta los fuertes impedimentos ideológicos que podrían socavar con rapidez las victorias del abolicionismo.

A pesar de sus defectos, resulta obvio que el movimiento humanista ha superado a la causa animalista. Al momento de escribir estas líneas, los nohumanos siguen siendo propiedades legales a quienes se explota y asesina por miles de millones cada año. Según Francione (1996), el movimiento animalista moderno, que existe prácticamente desde hace más de 200 años, no ha logrado ninguna mejora significativa en relación al estatus de los otros animales. Hay quienes, apelando al aumento de las leyes de bienestar, sugieren que la violencia contra los animales nohumanos ha ido experimentando una disminución (Pinker 2011). Pero lo cierto es que la globalización ha conducido a un drástico incremento de su explotación (Wrenn 2011). Es probable que este crecimiento persista mientras se continúen idealizando las normas alimentarias occidentales y los productos de orinen animal se sigan asociando con la riqueza y la prosperidad. Como explican Donaldson y Kymlicka (2011): «El movimiento en defensa de los animales ha mordisqueado los bordes de este sistema de explotación animal, pero el sistema en sí perdura, y de hecho se expande e intensifica a cada instante, con muy escaso debate público al respecto». Así pues, la violencia hacia los animales nohumanos continúa relativamente intacta. Hoy florece en las naciones ricas una industria de productos de «alto bienestar» que obtiene suntuosos beneficios mitigando las culpas de los consumidores. La falta de una lucha simultánea contra el estatus de propiedad y los obstáculos ideológicos condena al movimiento animalista a las mismas dificultades a las que tuvo que enfrentarse el abolicionismo humano. El trabajo marginal de divulgación del veganismo antiespecista en comparación con las campañas de reforma (Francione y Garner 2010) es indicativo de ello.

Se antoja así probable que el movimiento animalista termine cayendo en la misma trampa que su predecesor. Sin combatir al especismo, las prohibiciones y reformas difícilmente llegarán jamás a desafiar seriamente la opresión hacia el resto de los animales. El estatus de propiedad y la ideología opresiva se han de abordar de forma simultánea, ya que son fenómenos que se prestan un refuerzo mutuo. Además, a diferencia del movimiento humano, que fue testigo de cómo las tensiones económicas desafiaron la subsistencia del sistema esclavista, los nohumanos actúan como bienes integrales de las modernas instituciones ganaderas, recreativas y científicas. No es probable que las debilidades económicas externas vayan a desafiar la explotación de los animales nohumanos en un futuro próximo. Esto es especialmente preocupante cuando son los propios colectivos animalistas profesionales los que, como hemos visto, se dedican a implementar reformas al amparo de los beneficios económicos para la industria (Francione 1996). Dado que estos grupos lo que hacen en realidad es cooperar con los explotadores, no es razonable esperar que vayan a desafiar la ideología del especismo o el estatus de propiedad de los demás animales. A pesar de todo, es posible especular que la inminente crisis ambiental global, agravada severamente por la ganadería, podría acelerar el trabajo de los abolicionistas. Pero, una vez más, es muy poco probable que los nohumanos vean alguna mejora sustancial en su estatus en ausencia de un desafío serio al especismo.

Conclusión

Esta breve exploración de las estrategias históricas empleadas por los abolicionistas de los Derechos Humanos nos ha permitido contemplar cómo muchas de sus mismas técnicas, discrepancias y consiguientes divisiones están resurgiendo hoy en la defensa de los animales nohumanos. Las operaciones de liberación de seres humanos tuvieron cierto éxito; pero los «rescates abiertos» de animales nohumanos han tenido una utilidad decididamente menor. Las narrativas, una de las herramientas predilectas del abolicionismo humano, no han llegado a ser transferidas al activismo animalista con la misma efectividad, requiriendo además de la interpretación y representación de los humanos. La violencia tuvo un éxito desigual en la lucha contra la esclavitud humana, pero ha resultado un fracaso rotundo en la lucha contra la esclavitud de los animales nohumanos. La persuasión moral, característica de las primeras tentativas del abolicionismo (que luego acabaría por desestimarla o abandonarla por completo), ha sido recuperada con vehemencia por Francione y otros abolicionistas, considerándola el pilar fundamental de un activismo eficaz. También los boicots, que gozaron de una popularidad fugaz en la Norteamérica previa a la guerra, se han vuelto esenciales para los abolicionistas de los animales nohumanos. Se ha sugerido que una campaña vegana seria podría tener éxito allí donde la resistencia basada en el consumidor fracasó para los abolicionistas humanos. Las acciones legales, por otro lado, fueron fundamentales en la consecución de los Derechos Humanos y son un recurso muy popular entre las organizaciones de bienestar animal con aspiraciones de reforma, pero han estado en gran medida ausentes de las actividades de los abolicionista en favor del resto de animales. Francione es claro en su postura respecto de la imposibilidad de alcanzar cambios significativos mediante acciones legislativas en ausencia de un escenario donde se cuestione el estatus de propiedad de los nohumanos y se desafíe la ideología del especismo. En este sentido, el mayor éxito de los activistas contra la esclavitud podría haberse debido al hecho de que muchos afroamericanos libres estuviesen ya reconocidos como personas jurídicas, lo cual refleja un cierto grado de conciencia social en cuanto a la calidad de personas de los negros. La condición de propiedad de los animales nohumanos, por el contrario, continúa siendo universal. No obstante, los medios de comunicación y las acciones internacionales podrían añadir una herramienta nueva al repertorio. A pesar de las leyes contra la alfabetización y los bloqueos del Sur a los correos abolicionistas, el abolicionismo humano supo servirse de la fotografía y la literatura para lograr la movilización del pueblo. Los animalistas sufren barreras de censura similares, pero pueden eludirlas gracias al acceso a vídeos y a internet. Las alianzas internacionales, sobre todo con ayuda de internet, podrían ser también de gran ayuda para los abolicionistas de los otros animales —una ayuda que podría ser de incalculable valor para una facción del movimiento tan heterogénea, dispersa y marginada—.

La brecha entre quienes abogaron por la persuasión moral y quienes defendieron la violencia y el activismo legislativo en la lucha contra la esclavitud humana muestra un parecido sorprendente con lo que acontece hoy en el movimiento contra la esclavitud de los nohumanos. Ciertamente, los afroamericanos y los animales nohumanos muestran singularidades que limitan la comparación, pero los movimientos que los representan frente a la discriminación y la esclavitud operan de manera bastante similar, encarnando discrepancias constantes sobre la forma de encarar los objetivos. Quizá algunas de las estrategias e ideas particulares del movimiento contra la esclavitud humana podrían servir de referencia para otras iniciativas antiesclavistas. Como alternativa, el movimiento en defensa del resto de animales podría abrir una nueva ruta demostrando el acierto de otras estrategias e ideas de movilización, en particular la adhesión a la no violencia y la resistencia basada en el consumidor.

Agradecimientos

Deseo dar las gracias a Randy Sandberg y Matthew Roberts por su apoyo, aliento y contribuciones en la concepción y construcción de este manuscrito, así como a los revisores anónimos de una versión previa por sus útiles comentarios.

Corey Lee Wrenn
9 de julio de 2013


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Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

1— Artículo publicado originalmente en coreyleewrenn.com con el título: «Abolition Then and Now: Tactical Comparisons Between the Human Rights Movement and the Modern Nonhuman Animal Rights Movement in the United States», [PDF] de Corey Lee Wrenn y traducido por Igor Sanz


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