Todos decimos que nos importan los animales y que consideramos que tienen algún valor moral.
Todos afirmamos estar de acuerdo en que está mal infligir sufrimiento y causar muerte innecesaria a los animales, y —sin importar cualquier desacuerdo que pudiéramos tener con respecto a cuándo el uso de animales es necesario— todos estamos de acuerdo en que el placer humano, el entretenimiento o la conveniencia no pueden justificar el sufrimiento y la muerte de animales. Condenamos a Micheal Vick debido a las peleas de perros precisamente porque sentimos con fuerza que cualquier placer que Vick obtuvo de esa actividad no podría de ninguna forma justificar lo que hizo.
Entonces, ¿cómo podemos justificar el hecho de que matamos a miles de millones de animales terrestres y peces cada año para producir alimentos? Sin importar qué tan “humanamente” tratemos y matemos a estos animales, el grado de sufrimiento animal que causamos es impactante. Sin embargo, nadie mantiene que los alimentos de origen animal son necesarios para tener una salud óptima.
De hecho, una creciente evidencia empírica señala que los alimentos de origen animal son perjudiciales para la salud humana. Pero independientemente de cómo evalúes esa evidencia, no puede haber duda alguna de que podemos tener una salud excelente llevando una dieta vegana. También existe un consenso general con respecto al desastre ecológico que implica la agricultura animal, la cual es responsable de la contaminación del agua, del aire, la deforestación, la erosión del suelo, el uso ineficiente de la proteína vegetal y el agua, y de otros daños medioambientales de todo tipo.
La mejor justificación que tenemos para causar el grado inimaginable de sufrimiento y muerte a animales es que saben bien. Disfrutamos el sabor de los alimentos de origen animal. Pero, ¿cuál es la mínima diferencia entre eso y Micheal Vick diciendo que su operación de peleas de perros era justificable porque disfrutaba ver a perros pelear? A Vick le gustaba andar sentado por ahí alrededor de un ring y ver a animales pelear. A nosotros nos gusta andar sentados por ahí alrededor de un asadero y rostizar los cadáveres de animales que tuvieron vidas y muertes igual de malas, si no peores, que los perros de Vick. ¿Cuál es la diferencia entre Micheal Vick y aquellos de nosotros que comen alimentos de origen animal?
El libro Come con Conciencia demuestra que no hay ninguna diferencia, o por lo menos ninguna diferencia que importe en un sentido moral.
Francione y Charlton argumentan que si tú piensas que los animales importan moralmente –si tú rechazas la idea de que los animales son sólo cosas– tus propias creencias requieren que dejes de comer productos de origen animal. No hay nada de “extremo” en una dieta vegana. Lo que sí es extremo es la inconsistencia entre lo que decimos creer y la forma en cómo actuamos en lo que concierne a los animales.
Muchos de nosotros estamos intranquilos al pensar en los animales que terminan en nuestros platos. Posiblemente hemos pensado en dejar de comer productos de origen animal pero hay muchas excusas que han obstaculizado el hacerlo. Los autores exploran más de 30 excusas que han escuchado a lo largo de los muchos años que llevan siendo veganos, y abordan cada una, demostrando por qué estas excusas no sirven. Lleno de sentido común claro con respecto a la ética animal, sin jerga ni teoría complicada, Come con Conciencia cambiará tu manera de pensar acerca de lo que comes.
El número de animales utilizado para producir alimentos es abrumador. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los seres humanos matan anualmente más de 57 mil millones de animales para producir comida. Esta cifra no incluye el número de peces y demás animales acuáticos que consumimos. Este número se estima que sea como mínimo otro billón. Un billón es un millón de millones.
Es una cantidad de sufrimiento y muerte increíblemente impactante. Si eres como la mayoría de las personas, te gustan los animales. De hecho, tal vez piensas que eres un amante de los animales. Pero probablemente también comas carne, lácteos, huevos y otros productos animales. Has pensado al respecto y esto te ha preocupado. Sospechas que el proceso de criar y matar animales es bastante brutal y no estás seguro de cómo deberías responder ante esto.
La mayoría de nosotros, cuando éramos niños, nos horrorizamos al saber que estábamos comiendo animales —seres a quienes, al menos en un sentido abstracto, amábamos. Para reconfortarnos, nuestros padres nos contaron alguna historia u otra, como por ejemplo que Dios quería que comiéramos animales o que nos pondríamos débiles y nos enfermaríamos si no consumíamos productos animales, así que nos acostumbramos tranquilamente a comérnoslos.
Conforme fuimos creciendo, mantuvimos nuestra pasividad moral respecto a este asunto, convenciéndonos a nosotros mismos de muchas de las excusas que se exploran a lo largo de Come con Conciencia. La prevalencia de estas excusas, junto con el hecho de que realmente no nos satisfacen, establece claramente que sabemos que algo no está bien aquí.
Pero ahora existe un movimiento encargado de apaciguar nuestras preocupaciones ofreciéndonos productos provenientes de animales “criados en libertad” o “sin jaulas,” y todo un rango de productos de animales “felices”. ¿Es esta la respuesta? ¿Es la respuesta continuar consumiendo productos animales que son supuestamente producidos de forma “humana”? ¿O nuestra reacción de niños hacia toda esta iniciativa es la correcta? ¿Deberíamos dejar de consumir productos animales por completo? ¿Qué hay que pensar sobre la cuestión de consumir productos animales? Todo es tan desconcertante. El propósito de Come con Conciencia es tratar de hacer que este asunto sea menos desconcertante. Vamos a defender una simple proposición:
Si los animales importan moralmente en lo más mínimo, no podemos consumirlos a ellos ni productos fabricados con ellos y estamos comprometidos a adoptar una dieta vegana, o una dieta basada en vegetales, frutas, cereales, legumbres, frutos secos y semillas, excluyendo todo tipo de carnes, pescado, leche, queso, otros productos lácteos y huevos.
No vamos a presentar un argumento general sobre derechos de animales. No vamos a defender la noción de que los animales y los humanos tienen igual valor moral. Nos vamos a enfocar en dos principios que tú y todos los demás ya aceptan y esperamos demostrar que, basándonos simple y únicamente en estos dos principios, no podemos justificar el consumo de productos animales. Estos principios nos comprometen a una dieta vegana. Estos principios, los cuales son intuiciones morales ampliamente compartidas y constituyen nuestra sabiduría convencional sobre ética animal, se describen a continuación:
El primer principio es que tenemos la obligación moral de no imponer sufrimiento innecesario a los animales.
Esto es algo que nadie duda. Podríamos, por supuesto, llevar a cabo una discusión larga e interesante sobre qué significa la “necesidad” y sobre cuándo el sufrimiento o daño es necesario. Pero determinar el significado de necesidad como una cuestión absoluta no es necesario para nuestros propósitos.
Lo único que es necesario es que todos estemos de acuerdo en lo que no es necesario: todos estamos de acuerdo en que no es necesario infligir sufrimiento a animales por motivos de placer, entretenimiento o conveniencia. Así que, aunque podríamos estar en desacuerdo con respecto a si ciertos casos particulares de sufrimiento animal son necesarios, todos estaríamos de acuerdo que el sufrimiento impuesto a animales sólo porque nos brinda placer, o porque nos resulta divertido o conveniente, no es necesario.
El segundo principio es que si bien los animales importan moralmente, los humanos importan más.
Algunos piensan que los humanos importan más ya que fueron creados a imagen de Dios y tienen alma. Otros no creen en Dios en absoluto, pero aún así piensan que los humanos importan más en general o porque tienen ciertas habilidades —pueden escribir sinfonías o poesía, pintar cuadros, o diseñar edificios o bombas. En realidad no importa por qué la mayoría de nosotros creemos que los humanos importan más y no importa si esta idea puede ser defendida. Aunque nosotros pensamos que hay razones de peso para cuestionar y rechazar esta noción —y lo hemos hecho en otros escritos planteando y defendiendo una teoría amplia sobre los derechos de animales— vamos a asumir, dados los propósitos actuales, que es verdad.
Un corolario de este segundo principio es que si hay un conflicto donde se necesite decidir entre un humano y un no humano, debemos favorecer los intereses del humano. Por ejemplo, si nos encontramos en un bote salvavidas con otro humano y un perro, y nos enfrentamos a una emergencia que nos obliga a arrojar a uno de ellos por la borda, el perro pierde. El perro importa pero el humano importa más. Nosotros propondríamos que prácticamente nadie estaría en desacuerdo con estos dos principios ni dudaría que son intuiciones morales ampliamente compartidas. Sí, hay algunas personas que no tienen preocupación moral por los animales. Pero, ¿qué importa? Hay algunas personas que no tienen preocupación moral por otros humanos. Al igual que este hecho no niega nuestra preocupación moral por otros humanos, el hecho de que algunas personas no tengan preocupación moral por los animales no niega el hecho de que la mayoría de las personas sí la tienen; y aquellos que no tienen esa preocupación representan el punto de vista de una minoría. Casi todos consideran que los animales tienen algún valor moral y no los consideran meramente como cosas.
Así que vamos a recapitular. Nosotros mantenemos que nuestra sabiduría convencional respecto a los animales es la siguiente:
1. Tenemos la obligación moral de no imponer sufrimiento innecesario a los animales; el sufrimiento impuesto por mero placer, entretenimiento, o conveniencia es, por definición, innecesario.
2. Los animales tienen cierto valor moral pero los humanos importan más que los no humanos; en una situación de conflicto entre un humano y un animal, el animal pierde.
No vamos a cuestionar estas intuiciones morales ampliamente compartidas. Las dejaremos en su lugar y te demostraremos que si tú estás de acuerdo con ellas, estas te compelan a dejar de consumir productos animales sin ni siquiera pensar en los derechos animales, y mucho menos aceptar esa noción. En suma, esperamos persuadirte de que lo que tú ya crees te compromete a una dieta basada exclusivamente en plantas —o vegana.
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1- Amazon.com, «Come con conciencia: Un análisis sobre la moralidad del consumo de animales», Gary Lawrence Francione y Anna Charlton.
2- CulturaVegana.com, «¿Y si mejoramos el trato hacia los animales que comemos?», Editorial Cultura Vegana, 26 agosto, 2020.
3- CulturaVegana.com, «¿Y si tratamos a los animales de consumo tal como tratamos a nuestras mascotas?», Editorial Cultura Vegana, 28 agosto, 2020.
4- CulturaVegana.com, «Por favor, hazte vegano», Gary Lawrence Francione.
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