«Piensa en la horrible carnicería producida por la superstición de que los animales deberán ser sacrificados, y también por aquella superstición, más cruel aún, de que los hombres necesitan nutrirse de carne.»
Krishnamurti, 1910
A los seres humanos les gusta matar, ya sea matarse entre ellos o matar, en lo profundo del bosque, a un inofensivo ciervo de ojos brillantes o a un tigre que ha cobrado su presa de ganado. Atropellan deliberadamente a una serpiente que se halla en el camino; arman una trampa y en ella caen un lobo o un coyote. Personas bien vestidas salen riendo provistas de sus preciosas escopetas y matan a pájaros que recientemente estaban llamándose unos a otros. Matar por lo que llaman deporte, matar para comer, matar por el país de uno, matar por la paz… no hay mucha diferencia entre estas cosas. Justificarlas no es la respuesta. Sólo hay una: no matar.
La violencia no sólo es matar a otro. Hay violencia cuando uno emplea una palabra agresiva, cuando hace un gesto de desprecio a una persona, cuando obedece porque tiene miedo. De modo que la violencia no es sólo la matanza organizada en nombre de Dios, en nombre de la sociedad o del país, la violencia es mucho más sutil, más profunda, y estamos investigando la profundidad de la violencia en sí misma.
Cuando dice que es indio, musulmán, cristiano, europeo o cualquier otra cosa, está siendo violento. ¿Sabe por qué es violento? Porque se está separando del resto de la humanidad. Cuando se separa a sí mismo por creencia, por nacionalismo, por tradición, eso genera violencia. Así pues, un hombre que quiere comprender la violencia no pertenece a ningún país, a ninguna religión, a ningún partido político o sistema, sino que se interesa en comprender a la humanidad.
¿Saben?, permitimos que la palabra «deber» nos mate. La idea de que tienen un deber hacia sus padres, hacia sus relaciones, hacia el país, los sacrifica. Hace que salgan y vayan a pelear, a matar y a ser muertos o lisiados. El político, el líder dice que es necesario destruir a otros para proteger la comunidad, el país, la ideología o el estilo de vida; así, el matar se vuelve una parte de nuestro deber y pronto nos vemos envueltos en el espíritu militar. El espíritu militar les vuelve obedientes, hace que sean físicamente muy disciplinados; pero en lo interno sus mentes son destruidas poco a poco porque están imitando, siguiendo, copiando. Se convierten en una herramienta de los mayores, del político, en un instrumento de la propaganda. Llegan a aceptar la matanza para proteger a su país como algo inevitable, porque alguien dice que es necesaria. Pero sin importar quién lo diga, ¿no deberían examinarlo muy claramente por sí mismos?
Matar es, obviamente, la más destructiva y corrupta de las acciones en la vida, especialmente matar a otro ser humano, porque cuando uno mata está lleno de odio, por mucho que pueda racionalizarlo, y crea también antagonismo en los demás. Podemos matar con una palabra igual que con una acción; y matar a otros seres humanos jamás ha resuelto ninguno de nuestros problemas. La guerra jamás ha curado ninguna de nuestras enfermedades económicas o sociales, ni ha dado origen a una comprensión mutua en las relaciones humanas; no obstante, todo el mundo está preparándose perpetuamente para la guerra. Son muchas las razones que se exponen para explicar por qué es necesario matar gente; y también hay muchas razones para no matar. Pero no se dejen arrastrar por ningún razonamiento, porque hoy pueden tener una buena razón para no matar y mañana podrán tener una razón mucho más fuerte para matar.
Primero vean la verdad de ello, perciban lo esencial que es no matar. Sin tener en cuenta lo que puedan haber dicho otros, desde la más alta a la más baja de las autoridades, descubran por sí mismos la verdad de la cuestión; y cuando estén internamente claros al respecto, entonces podrán analizar los detalles. Pero no empiecen razonando, porque cada razón puede ser enfrentada por una razón contraria y quedan atrapados en la red de los razonamientos. Lo importante es que vean directamente por sí mismos cuál es la verdad, y entonces pueden empezar a usar la razón. Cuando perciben por sí mismos lo verdadero, cuando saben que matar a otro no es amor, cuando internamente sienten la verdad de que no debe haber antagonismo en la relación con otro, ninguna cantidad de razonamientos puede destruir esa verdad. Entonces no hay político ni sacerdote ni padre que puedan sacrificarles por una idea o por la propia seguridad de ellos.
Los viejos siempre han sacrificado a los jóvenes. Cuando ustedes sean mayores, ¿sacrificarán a su vez a los jóvenes? ¿No quieren poner fin a este sacrificio? Porque ésta es la más destructiva forma de vivir, es uno de los mayores factores de deterioro humano. Para terminar con ello, cada uno de ustedes, como individuo, tiene que descubrir por sí mismo la verdad. Sin pertenecer a ninguna organización, tienen que descubrir la verdad que hay en no matar, en sentir amor, en no tener antagonismo. Entonces, ninguna cantidad de palabras, de agudos razonamientos podrán persuadirles para que maten o sacrifiquen a otro ser humano.
Es muy importante, pues, mientras son jóvenes, que examinen, que examinen estas cosas por sí mismos, y de ese modo echen los cimientos para el descubrimiento de la verdad.
Sobre Derechos de los animales
En occidente, pensamos que los animales existen para el bien de nuestros estómagos o para satisfacer nuestro placer de matar o para nuestros abrigos de piel. En oriente se ha enseñado durante siglos y todos los padres lo han repetido: no mates, sé piadoso, sé compasivo. Aquí, consideran que los animales carecen de alma, de modo que pueden matárselos con impunidad, allá, consideran que los animales tienen alma, de modo que los estiman y dejan que sus corazones conozcan el amor. Comer animales, pájaros, es visto aquí como algo normal, como una cosa natural aprobada por la iglesia y por los anuncios comerciales, allá no lo es, y las personas reflexivas, religiosas, por tradición y cultura no lo hacen, pero eso también se está acabando rápidamente. Aquí siempre hemos matado en el nombre de Dios y del país, y ahora eso ocurre en todas partes. La matanza se está extendiendo, casi de la noche a la mañana las antiguas culturas son dejadas de lado, y se nutren cuidadosamente y se fortalecen la eficiencia, la crueldad y los medios de destrucción. La paz no está en el político o en el sacerdote, ni con el abogado o el policía. La paz es un estado de la mente, un estado que existe cuando hay amor.
Si uno pierde el contacto con la naturaleza, pierde el contacto con la humanidad. Si no hay relación con la naturaleza, nos convertimos en asesinos; entonces matamos a cachorros de foca, a las ballenas, a los delfines y al hombre, ya sea por provecho propio, por «deporte», por comida o en aras del conocimiento. Entonces la naturaleza se asusta de nosotros y repliega su belleza. Podremos hacer largas caminatas por los bosques o acampar en lugares encantadores, pero somos asesinos y así hemos perdido la amistad de la naturaleza. Es probable que no estemos relacionados con nada, ni siquiera con nuestra esposa o nuestro marido.
Si pudiéramos establecer una relación profunda y duradera con la naturaleza, jamás mataríamos a un animal para satisfacer nuestro apetito, jamás haríamos daño a un mono, a un perro, a un conejillo de indias practicando en ellos la vivisección para nuestro propio beneficio. Encontraríamos otros medios para curar nuestras heridas, nuestros cuerpos. Pero la curación de la mente es algo por completo distinto.
Jiddu Krishnamurti
1885-1986
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
1- Amazon.com, «Libérese del pasado«, Jiddu Krishnamurti, A lo largo de todos los tiempos el hombre ha buscado algo más allá de sí mismo, más allá del bienestar material, lo que llamamos Dios o realidad, un estado sin temporalidad. Libérese del pasado es una composición de textos inéditos en los que Krishnamurti nos ayuda a desvelar muchos de los interrogantes que se abren ante nosotros relacionados con esa búsqueda y que tienen que ver desde la lucha por la existencia hasta el aprendizaje de nosotros mismos, el papel de la violencia, las relaciones, la pobreza, los ideales, la hipocresía, la libertad, el amor, el silencio, la conciencia, la experiencia o la revolución total, entre otros, que no dejarán indiferente a ningún lector y serán de especial interés para quienes sienten la necesidad de liberarse del pasado para afrontar la vida con una mente fresca y renovada.
Quién es K
Jiddu Krishnamurti (1895-1986) es un ser humano espiritual único y revolucionario que viajó y dio conferencias por todo el mundo hasta su muerte, a los 90 años de edad. No ofrecía una «filosofía», sino la posibilidad de que el ser humano quedara libre de todos los sistemas, de las cadenas de las ideologías y de las opiniones populares, de las religiones organizadas, de la tiranía de la muerte y de la del cuerpo.
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