¿Frutas o animales?¿Comeremos carne? Una declaración completa de las razones principales para mantener el principio vegetariano o frugívoro, con numerosas citas de autoridades eminentes.

10. Intuitivas.
Concuerda con la exigencia y percepción universal e instintiva del apetito natural y no pervertido de la infancia, pedir «¡fruta, fruta, fruta!». Esta es la «voz de Dios», que clama en el desierto de la depravación, la ignorancia y la animalidad humanas, por aquello que aún constituirá el sustento real de la raza humana, como ya constituye la forma verdadera y legítima —utilizando la palabra fruta en su sentido amplio, que incluye frutos secos y cereales.
Quienes, por convicción moral, rechazan la dieta mixta habitual y regresan a la dieta natural o de frutas, disfrutan al instante de una cierta conciencia intuitiva de la rectitud del principio, que se vuelve cada vez más clara y poderosa a medida que se adhieren a él; hasta que, al final, nada puede ser más cierto y real que esta misma conciencia instintiva, indescriptible y autodemostrativa, que está por encima y, sin embargo, en plena armonía con la Razón. Todos los que, por principio, han avanzado en la reforma dietética, han disfrutado de esta dichosa comprensión de estar en armonía con la voz de Dios en el alma, algo que no puede haber más delicioso ni más necesario para la raza humana en todos los aspectos de la vida.
Citando de nuevo a Shelley:
«Solo ablandando y disfrazando la carne muerta con preparaciones culinarias, se vuelve susceptible de masticación y digestión fáciles, y la vista de sus jugos sangrientos no provoca una repugnancia, horror ni disgusto intolerables. Que el defensor de la comida animal se esfuerce por experimentar decisivamente sobre su idoneidad y, como recomienda Plutarco, descuartice un cordero vivo y, hundiendo la cabeza en sus entrañas, sacie su sed con la sangre humeante. Cuando, recién salido del horror, recurra a los irresistibles instintos de la naturaleza, que se alzarían en su contra y dirían: «La naturaleza me formó para tal obra». Entonces, y sólo entonces, sería coherente.»
Percy Bysshe Shelley
James Madison Allen
1896
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
1— ¿Higos o cerdos? es un manual publicado en 1896 sobre vegetarianismo y frugivorismo, compilado por el reverendo James Madison Allen. La obra combina reflexiones personales del autor con una abundante selección de citas de pensadores y autoridades reconocidas de su tiempo. Allen adoptó el vegetarianismo en su adolescencia, convencido por la lectura, la observación y la reflexión, así como por un fuerte instinto ético que lo llevó a concluir que el consumo de carne animal “tiende a degradar y brutalizar a la raza humana”. Según relataba en 1898 la revista Food, Home and Garden, a los dieciséis años inició un período de siete años de formación académica y universitaria en el que se dedicó al estudio de la frenología, disciplina popularizada en el siglo XIX como la ciencia de medir el cráneo para deducir rasgos mentales. Su interés por este campo nació tras asistir a una conferencia itinerante en la que se le recomendaron los libros publicados por Fowler y Wells, célebres divulgadores frenológicos de la época. Durante esos años, Allen propuso a su hermano un sencillo experimento: abstenerse de comer carne durante dos semanas. Desde entonces, afirmaba con convicción, “nunca más había comido ni se había sentido tentado a comer un bocado de cerdo muerto (o vivo)”.
2— Nota del autor: Esta necesidad prospectiva ya se ha convertido en una realidad en China; en este país, según Sir John Davis, se desaconseja explícitamente la cría de ganado y de todo tipo de ganado, ya que agota el suelo y tiende a disminuir su capacidad de producir alimentos para el hombre. En Nueva Inglaterra, la densidad de población está restringiendo la producción local de carne a una cantidad muy inferior a la demanda actual.
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