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La dieta de Jenyns

Publicación: 13 enero, 2023 |

Uno de los primeros defensores de la consideración ética de los animales.

Soame Jenyns [1704-1787]

Partidario de la Administración Walpole, representó al condado de Cambridge y durante veinticinco años ocupó el cargo de Comisionado de la Junta de Comercio. Escribió artículos en The World y otras publicaciones periódicas, y publicó dos volúmenes de Poemas. Su libro principal es la Investigación libre sobre los orígenes del mal, en el que busca reconciliar los males evidentes en la constitución de las cosas con su credo optimista. Johnson, que con toda su ortodoxia era pesimista, criticó severamente esta apología del teísmo. En marcado contraste con el indiferentismo de la gran mayoría de su clase, su sentimiento justo y humano es suficientemente notable. Esta línea de razonamiento, en su acusación exhaustiva de las diversas atrocidades perpetradas, sancionadas o condonadas por la Sociedad Inglesa o la Ley Inglesa en el siglo pasado, y que, en su mayor parte, aún continúa —casi no es necesario agregar—, lógicamente conduce a la abolición del Matadero —la fuente y origen del mal:

¿Cómo podrá el hombre, ese tirano sanguinario, poder excusarse de la acusación de esas innumerables crueldades infligidas a sus súbditos inocentes encomendados a su cuidado, formados para su beneficio y puestos bajo su autoridad por su Padre común? ¿A qué horribles desviaciones ¡De estas intenciones benévolas somos testigos diarios! No una pequeña parte de la humanidad obtiene sus principales diversiones de la muerte y el sufrimiento de animales inferiores. Una parte mucho mayor, aún, los considera solo como máquinas de madera o hierro, útiles en sus diversas ocupaciones. El Carman conduce su Caballo, y el Carpintero su clavo con golpes repetidos, y mientras estos producen el efecto deseado, y ambos van, ni reflexionan ni les importa si alguno de ellos tiene algún sentido de sentimiento.

El Carnicero derriba al majestuoso Buey sin más compasión que el Herrero martilla una herradura; y hunde su cuchillo en la garganta del cordero inocente, con tan poca renuencia como el Sastre clava su aguja en el cuello de un abrigo [1]. Si hay unos pocos, que formados en un molde más blando, miran con piedad los sufrimientos de estos seres indefensos, es escaso el que alberga la menor idea, que la justicia o la gratitud pueden ser debidas a sus Méritos, o a sus Servicios.

El Perro sociable y amistoso, si al ladrar, en defensa de la persona y la propiedad de su amo, sin saberlo perturba su descanso —el Caballo generoso, que ha llevado a su desagradecido amo durante muchos años con facilidad y seguridad—, desgastado por la edad y enfermedades contraídas en su servicio, es condenado por él a terminar sus días miserables en un carro de basura, donde, cuanto más se esfuerza sus pocos restos de espíritu, más es azotado, para ahorrarle a su estúpido conductor la molestia de azotar a algunos menos obedientes al látigo. A veces, después de haberle enseñado la práctica de muchas hazañas antinaturales e inútiles en una casa de equitación, es, por fin, expulsado y consignado al dominio de un cochero de alquiler, quien le corrige todos los días por realizar esos trucos, que ha aprendido bajo una disciplina tan larga y severa. [Agregue los horrores finales del Knackers’ Yard, a qué tipo de infierno se suele enviar al caballo agotado].

Al Oso Perezoso, en contradicción con su naturaleza, se le enseña a bailar para diversión de una turba ignorante, colocando hierros al rojo vivo bajo sus pies. El toro majestuoso es torturado por todos los medios que la malicia puede inventar, sin ofender sino que no está dispuesto a atacar a sus diabólicos atormentadores [2]. Estos y otros innumerables actos de crueldad, injusticia e ingratitud se cometen todos los días, no solo con impunidad, sino también sin censura y sin observación. …

La ley de legítima defensa nos justifica sin duda alguna en destruir aquellos animales que nos destruirían, que lesionarían nuestras propiedades, o molestarían a nuestras personas; pero ni siquiera a éstos, siempre que su situación los incapacite para hacernos daño. …

Si hay alguno [hay un gran número incluso ahora], cuyos gustos están tan viciados, y cuyo corazón está tan endurecido, como para deleitarse en tales sacrificios inhumanos [las torturas del Matadero y de la Cocina], y para participar de ellos sin remordimiento, deben ser considerados como demonios en formas humanas, y esperar una represalia por las torturas que han infligido al Inocente, para la gratificación de sus propios apetitos depravados y antinaturales.

Tan violentas son las pasiones de ira y venganza en el pecho humano, que no es maravilloso que los hombres persigan a sus enemigos reales o imaginarios con crueldad y malevolencia. Sino que exista en la Naturaleza un ser que pueda recibir placer dando dolor, sería totalmente increíble, si no estuviéramos convencidos, por la experiencia melancólica, de que no sólo hay muchos, sino que esta disposición inexplicable es de alguna manera inherente a la naturaleza de los hombres [3]. Porque, como no puede ser enseñado por ejemplo, ni llevado a él por la tentación, ni movido a él por el interés, debe derivarse de su constitución nativa. [4]

Vemos niños riéndose de las miserias que infligen a cada infortunado animal que cae en su poder. Todos los salvajes son ingeniosos para idear y ejecutar las torturas más exquisitas; y [no solo] la gente común de todos los países se deleita con nada tan grande como cebos de toros, peleas de premios, ‘ejecuciones’ y todos los espectáculos de crueldad y horror… Arman a los gallos con armas artificiales, que la naturaleza había negado amablemente a su malevolencia, y, con gritos de aplauso y triunfo, ven como los hunden en el corazón del otro. Ven con deleite al Venado tembloroso y a la Liebre indefensa, volando durante horas en las más extremas agonías de terror y desesperación, y al final, hundiéndose bajo la fatiga, devorados por sus despiadados perseguidores. Ven con alegría el el hermoso faisán y la inofensiva perdiz caen de su vuelo, revolcándose en su sangre, o tal vez pereciendo de heridas y de hambre, al amparo de alguna espesura amistosa a la que en vano han regresado. comido por seguridad. Y, para añadir a todo esto, no escatiman en trabajo ni en gastos para conservar y propagar estos animales inocentes, sin otro fin que el de multiplicar los objetos de su persecución.

¿Qué nombre deberíamos otorgar a un Ser Superior, cuyos esfuerzos fueron empleados y cuyo placer consistía en aterrorizar, atrapar, atormentar y destruir a la humanidad; cuyas facultades superiores se ejercieron en fomentar animosidades entre ellos, en idear máquinas de destrucción, e incitándolos a usarlos para mutilarse y asesinarse unos a otros; cuyo poder sobre ellos se empleó en ayudar a los rapaces, engañar a los simples y oprimir a los inocentes? quienes, sin provocación ni ventaja, deberían continuar día tras día, desprovistos de todo piedad y remordimiento, para así atormentar a la humanidad por diversión, y al mismo tiempo esforzarse con su mayor cuidado en preservar sus vidas y propagar su especie, a fin de aumentar el número de víctimas dedicadas a su malevolencia? ¿Qué tan detestable podemos encontrar para tal ser? Sin embargo, si consideramos imparcialmente el caso, y nuestra situación intermedia, debemos reconocer que, con respecto a los animales inferiores, tal ser es un ‘Deportista’.

Soame Jenyns
Disquisición II. «Sobre la crueldad hacia los animales»

Y añadamos, a modo de corolario, a fortiori a uno que sanciona conscientemente las crueldades diarias del Matadero y el Carnicero.

Howard Williams
The ethics of diet, 1883

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1— ¿Cuál es el cómplice realmente culpable? ¿El ignorante, el inculto, el miserable que tiene que ganarse la vida de una forma u otra, o aquellos a quienes se les ha confiado o que han asumido el control de la conciencia pública: el estadista, el clero y el maestro de escuela? Indudablemente, es sobre estos sobre los que recae casi toda la culpa, y siempre lo será.

2— Bull-baiting, en este país, ha sido ilegal durante algunos años; pero que los moralistas y otros escritores de la actualidad, mientras se jactan de la abolición de ese pasatiempo popular, guarden silencio sobre los deportes igualmente bárbaros, aunque más de moda, de la caza de ciervos, etc., es una de esas inconsistencias en la lógica que son tan inexplicables ya que son comunes.

3— «Es decir», comenta Ritson, «en un estado de sociedad influenciado por la superstición, el orgullo y una variedad de prejuicios igualmente antinaturales y absurdos».

4— Nota de Ritson en Abstinence from Flesh as a Moral Duty.

«Lo contrario de todo esto es cierto. Ciertamente es enseñado por el ejemplo y por la tentación, y motivado por (lo que él piensa que es) interés«.


Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

1— culturavegana.com, «La ética de la dieta», Howard Williams, Editorial Cultura Vegana, Publicación: 7 julio, 2022. En la actualidad, en todas las partes del mundo civilizado, las antaño ortodoxas prácticas del canibalismo y los sacrificios humanos son contempladas universalmente con perplejidad y con horror.


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