Entre los llamados pueblos «civilizados», la humanidad aún no ha alcanzado un estándar de verdadera autoexpresión.
La razón de esto es que los humanos subsisten en gran medida con la sangre y los cadáveres de criaturas mudas, no solo las de valor doméstico que consumen, sino incluso la vida de los bosques, las aves del aire y los habitantes de las aguas. Este canibalismo es el destructor del cuerpo humano, así como de su mente y de la condición Pacífica de su entorno. Usamos el término canibalismo en su sentido exacto, porque significa «comer carne y sangre«. No es posible librar al tejido de la carne de su sangre. Dentro de la sangre y la carne de la criatura opera su alma, su naturaleza. Sostenemos, por tanto, que la humanidad en la actualidad no está expresando la cualidad de ser humana, sino que está poniendo en sus actividades en la vida un espíritu que es bestial, debido al hecho de que la inteligencia de las criaturas inferiores, al entrar en la morada del hombre, está tomando posesión de su reino, destruyendo su cuerpo y ofuscando su mente.
El hombre tiene la mejor mente para determinarse en contra de este canibalismo, pero, mientras se niegue a hacerlo, su alegría humana verdadera y destinada en la vida y su posibilidad de realización nunca podrán ser alcanzadas. No sólo la mente está ofuscada por la vibración reducida del tejido en desintegración, sino que hay un constante deterioro de la pureza del torrente sanguíneo, de la respuesta de los nervios y, especialmente, hay un retraso en la tasa de vibración cada vez mayor por parte de el sistema glandular, del cual depende la mente para su movimiento hacia un estado de pensamiento consciente. Esta condición de conciencia embotada y vacilante domina el pensamiento alerta de la inteligencia superior y de las aspiraciones e ideales del ser humano, además de engrosar sus percepciones en líneas prácticas y materiales, que tienen que ver con las funciones cerebrales inferiores.
Debe recordarse que esta disminución de la tasa de vibración por parte de las glándulas es un asunto muy serio; pues la función de este sistema es crear sustancias etéricas aptas para pasar a las células cerebrales. Ahora bien, sin obstáculos, las glándulas revertirán constantemente las sustancias etéricas más finas que les han sido vibradas y, además, aumentarán esa tasa de vibración hasta el grado que sea posible, en proporción a las condiciones existentes.
Cuando el tejido muerto está «dentro del templo sagrado«, entonces el grado de agitación que se puede agregar a una tasa de vibración ya baja es insignificante. Sin embargo, en condiciones más normales y naturales, las glándulas pueden intensificar la acción vibratoria de los éteres, hasta alcanzar un grado muy alto. Nada es más refinado, exquisito y volátil que los éteres que pasan al cerebro de un individuo que está lo suficientemente interesado en sí mismo como para tener cuidado de no hacer nada —ya sea de pensamiento, palabra o acción— que disminuya sus propias posibilidades —profanando su templo—, que es el único medio de su mente y alma en las alegrías y logros de la vida.
Así la presencia de tejido muerto en el cuerpo humano reduce tremendamente las posibilidades por parte del refinado glandular de los éteres. Por otro lado, el lanzamiento continuo de estas sustancias etéricas altamente enrarecidas en las células cerebrales aumenta incesantemente el poder cerebral y la salud física. Es, por lo tanto, imperativo que el ser humano use todos los medios posibles para evitar que entre en su tabernáculo cualquier alimento que carezca del poder para un mayor progreso en la escala evolutiva.
Como la célula de carne ha alcanzado su último grado de evolución al convertirse en tejido, solo puede quedar la desintegración por delante. En el momento de la última exhalación de la criatura, los tejidos avanzan hacia un estado de disolución y se establece una condición de oscuridad. Esto es un asunto muy serio para el ser humano pues su propia inteligencia depende de un estado de iluminación de sus células cerebrales, y de alta actividad nuclear en cuanto a sus células corporales para mantener en equilibrio su salud corporal y entendimiento en cuanto a su mente.
Con un estado de oscuridad resultante de la materia muerta dentro de él, ni el cuerpo ni la mente reflejan verdaderamente a los sujetos en los paseos diarios de la vida. No toma las mejores y más correctas decisiones en la vida y eventualmente se mete en problemas. La inteligencia, la luz, el fuego vivo de los tejidos humanos son absorbidos por los tejidos muertos, creando así una falsa vibración rebajada. Tanto el cuerpo como la mente no expresan su propia inteligencia, sino una definitivamente rebajada por el tejido sin vida que impone su estado inconsciente sobre lo que de otro modo sería puro pensamiento y buena intención.
Es el concepto bestial, más que el verdaderamente humano, el que se perpetúa en la vida cotidiana en tales casos, condición propiciada por la codicia y la sed de sangre del ser social de estos tiempos. Es una falsa impresión que busca dar al declarar que es un amante de la paz, porque está creando la guerra —dentro y fuera— diariamente, y debe dejar de decir que cree en la paz hasta que él mismo, en su vida diaria, viva sin causar la muerte. Mientras el hombre desee continuar perturbando el equilibrio de la Naturaleza por el flujo intempestivo de la sangre de sus criaturas vivientes y mientras el hombre participe de esto por sí mismo, exactamente durante ese tiempo el espíritu de PAZ continuará retirándose de la morada del hombre.
La redención del hombre de los caminos del error, de la avaricia y de la guerra, NUNCA podrá lograrse mientras continúen estas prácticas perversas. La carne viva humana no puede sustentarse en los cadáveres si se desea la paz. La libertad del alma tan anhelada por la sociedad humana sólo puede llegar cuando la tierra esté vacía de humanos carnívoros —porque la sangre de los inocentes clama al cielo— mientras la mente del hombre vacila en un estado de duda y su corazón sigue siendo incierto. La condición diabólica de derramamiento masivo de sangre de criaturas para el consumo de sus cadáveres por el humano, está en su apogeo; nunca en la tierra ha sido tan grande! ¡Y nunca antes su paralelo, el miedo a la guerra y a la aniquilación, había sido tan abrumador! En medio de esta masacre y de esta degradación, aquellos que no toman parte en todo esto —que han «salido de entre ellos«— deben «probar su fe» y permanecer firmes y fieles —porque la batalla DEBE ser ganada— la tierra debe entrar en su herencia, porque está destinada a convertirse en un lugar adecuado para que habiten en ella aquellos de pensamiento puro y noble, porque la tierra es propiedad del Señor, como lo son, igualmente, todas las criaturas sobre, arriba y dentro la tierra.
Que el hombre pronto aprenda que no es el producto de la tierra, sino la inteligencia focalizada de los cielos y, como tal, debe dejar de profanar su templo viviente, el más raro de todos los tesoros existentes. Y que comprenda que no está aquí para destruir sino para proteger. Cuando sólo de los productos de la tierra subsista el hombre —en ese día la tierra encontrará su redención— y sólo entonces —en los corazones de toda la humanidad—, finalmente reinará un espíritu de PAZ.
Gloria Gasque
1948
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
1— Artículo publicado en la revista The Vegetarian, nº 1 vol. 2, Edición de primavera de 1948 pp.31-32
2— culturavegana.com, «La ética de la dieta», Howard Williams, Editorial Cultura Vegana, Publicación: 7 julio, 2022. En la actualidad, en todas las partes del mundo civilizado, las antaño ortodoxas prácticas del canibalismo y los sacrificios humanos son contempladas universalmente con perplejidad y con horror.
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