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Plantas y personas: nuestra historia y futuro compartidos

Publicación: 17 junio, 2023 |

Las plantas son fundamentales para nuestro bienestar, no solo como alimento, sino también como componentes clave de nuestras culturas, religiones y medicinas.

Esto se puede ver en la forma en que la hermosa curva de un zarcillo inspira el arte, o en el hecho de que los pueblos indígenas de los bosques recolectan materiales vegetales para uso medicinal o para prácticas religiosas. No solo nos alimentamos de las plantas, son fundamentales para nuestras sociedades.

Podemos ver la importancia de nuestra relación con las plantas en el arte antiguo. Los antiguos petroglifos tallados por los nativos americanos Pueblo representan el maíz (Zea mays), lo que ilustra cuán importante es esta planta en particular para su cultura. Las pinturas de la civilización minoica (2600-1100 aC) representan papiro (Cyperus papyrus), mientras que los lichis (Litchi chinensis) a menudo se representan en el exquisito arte de China. Las plantas han inspirado a los humanos durante mucho tiempo.

Coevolución

Las relaciones evolutivas entre las plantas y las personas son complejas. Peter Raven, una de las figuras más importantes de la biología vegetal y cuyo trabajo también se presenta en este número (Raven, 2019), determinó el término “coevolución” junto con su colega Paul R. Ehrlich (Ehrlich & Raven, 1964). La coevolución es el proceso mediante el cual las especies interactúan y responden evolutivamente entre sí, una definición que abarca varias relaciones entre plantas y humanos.

Australopithecus africanus fue un homínido que vivió hace unos tres millones de años y se cree que es muy similar a nuestros ancestros humanos. Australopithecus vivía en regiones boscosas y sobrevivía con una dieta desafiante de nueces duras y los órganos de almacenamiento subterráneos resistentes de las plantas, que eran difíciles de masticar y de extraer nutrientes. El cráneo de Australopithecus poseía una mandíbula muy grande con dientes grandes cubiertos de esmalte grueso y estaba muy surcado para que los músculos grandes se unieran a la mandíbula. La morfología del cráneo de Australopithecus permitió masticar material vegetal duro y fue una respuesta evolutiva a su dieta. Además, Australopithecus tenía un sistema gastrointestinal muy largo para facilitar la digestión del material vegetal.

Avanzando 1,5 millones de años hasta el Homo erectus, un ancestro reciente de los humanos, el cráneo era mucho más liviano, con dientes más pequeños y esmalte más delgado que el de Australopithecus; estos homínidos también tenían un sistema gastrointestinal mucho más corto. Se cree que Homo erectus buscaba pastos y semillas de pastos en la sabana, que son una mejor fuente de alimento que las plantas consumidas por Australopithecus y son menos difíciles de digerir. Como tal, Homo erectus no requería la misma musculatura o sistema gastrointestinal que Australopithecus para sobrevivir.

Además de estas adaptaciones morfológicas, los homínidos también se adaptaron bioquímicamente a la ingestión de material vegetal. Probablemente una de las vías bioquímicas más importantes en las plantas es la vía del ácido shikímico (SA), a través de la cual las plantas biosintetizan tres de los nueve aminoácidos esenciales que no se producen en el cuerpo humano.

Los seres humanos han evolucionado para requerir derivados de la vía SA y, por lo tanto, para depender de las plantas. Además, la vía SA nos aporta flavonoides y alcaloides, muchos de los cuales se utilizan como medicamentos; por ejemplo, el anís estrellado (Illicium verum) y el liquidámbar (Liquidambar styraciflua) son fuentes de AS como base para Tamiflu, que se utiliza para prevenir los síntomas graves de la gripe. Estas aplicaciones dietéticas y médicas son otro ejemplo de la estrecha relación evolutiva entre las plantas y los humanos arraigada en la bioquímica.

Los seres humanos también han evolucionado para tener más papilas gustativas con una diversidad funcional cada vez mayor. Este es otro ejemplo de la interconexión muy importante entre las plantas y las personas, pero podría considerarse casi una conexión cultural más que evolutiva. Además de la diversidad de sabores, la dieta de muchas culturas consiste tradicionalmente en un grano, como el arroz (Oryza sativa), el trigo (Triticum aestivum), el maíz o el teff (Eragrostis tef), combinado con una legumbre, incluidos los cacahuetes (Arachis hypogaea), habas (Vicia faba) o garbanzos (Cicer arietinum). No podemos biosintetizar todos los aminoácidos que nuestros cuerpos requieren, y no podemos producir las proteínas completas necesarias para que nuestros cuerpos funcionen sin adquirir los aminoácidos esenciales de nuestra dieta.

Las legumbres son muy altas en ciertos aminoácidos y bajas en otros, mientras que los cereales tienen exactamente la composición opuesta. Al combinar estos dos tipos de plantas, podemos obtener un conjunto completo de aminoácidos, que es una característica dietética notable que ha surgido muchas veces en diversas culturas humanas.

Otro ejemplo interesante en este sentido es el ascorbato (vitamina C). Los humanos no pueden sintetizar su propia vitamina C, por lo que las primeras culturas adoptaron frutas cítricas y otras especies para evitar la deficiencia de ascorbato, que puede provocar escorbuto (Martin & Li, 2017).

[…]

Barbara Schaal

Para leer el artículo completo véase [1]

Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1— nph.onlinelibrary.wiley.com, «Plants and people: Our shared history and future», Barbara Schaal, 4 de diciembre de 2018.


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