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Un fruto errante

Publicación: 30 enero, 2025 |

En cada sorbo, los consumidores de Hesperidina bebían no solo los nutrientes –o flavonoides, como se llaman– de las naranjas maceradas, que mejoran la circulación sanguínea. Sin saberlo, en sus cuerpos incorporaban también historias tan ancestrales como lejanas.

© Federico Kukso [1]

Los antiguos griegos, tan proclives a antropomorfizar el mundo natural que los rodeaba, asignando dioses y espíritus divinos para darles algún tipo de sentido a los fenómenos naturales que presenciaban, repetían hasta el cansancio la misma novela: cuando se casaron Hera y Zeus —la pareja de más alto rango del Olimpo—, la diosa Gaia les obsequió un preciado regalo como símbolo de su amor, tres manzanas de oro. Hera, la reina de los antiguos dioses griegos —quien representaba a la mujer ideal, oficiaba de diosa del matrimonio y la familia y protectora de las mujeres en el parto—, las encontró tan hermosas que plantó sus semillas en un jardín en los confines occidentales del mundo, un lugar completamente inaccesible para los mortales. De hecho, muchos pensaban que el resplandor del atardecer en el horizonte se debía a las manzanas doradas que brillaban en la distancia. Allí les confió los árboles frutales a tres ninfas, las Hespérides (Aegle, Arethusa y Hesperthusa, que inspirarían luego el nombre Hesperidina). Y como guardián del huerto colocó a sus pies un dragón de cien cabezas, Ladón.

Muchos intentaron hallar esta fruta digna de los dioses y probar si, como se decía, concedía la inmortalidad a quien la comiera, pero el único que logró robarla fue el heroico Heracles —Hércules, para los romanos—, luego de descubrir su ubicación y atravesar innumerables obstáculos y aventuras. Furiosas ante tal profanación, las ninfas se convirtieron en árboles, y el dragón, en la constelación de la serpiente.

Las versiones de esta leyenda son incontables. Pero los mitólogos presumen que las manzanas doradas de las Hespérides eran en realidad membrillos o, más probablemente, cítricos, símbolos de amor y fertilidad para los griegos, tradición luego retomada en El Decamerón (1351), de Giovanni Boccaccio. De una manera u otra, estas historias enraizadas en la imaginación de los habitantes del mundo antiguo tenían la misión de darle sentido a un alimento exótico, para aquella época, y de rasgos divinos. Como dice la investigadora británica Karen Armstrong, autora de A Short History of Myths: “Los mitos tratan sobre lo desconocido, sobre aquello para lo que inicialmente no tenemos palabras. La mitología no es un intento temprano de historia y no afirma que sus relatos sean hechos objetivos. Como una novela, una ópera o un ballet, el mito es ficticio, es un juego que transfigura nuestro mundo fragmentado y trágico, y nos ayuda a vislumbrar nuevas posibilidades preguntando ‘¿y si …?’”.

En cada naranja —y por asociación familiar, en cada cítrico— hay más que historias de ninfas, dioses y héroes. Su aroma embriagador y su cáscara cargada de pigmentos de colores sorprendentes y aceites esenciales que encierra una pulpa carnosa dividida en gajos, con jugosas vesículas repletas de azúcares, ácidos orgánicos, sales minerales y vitaminas, son testigos mudos de migraciones e invasiones asincopadas; de conquistas imperiales, como las de Alejandro Magno en Oriente Medio, y de viajes de hombres y mujeres, hace tiempo olvidados, a lo largo de arterias comerciales, vastos desiertos y nevadas cordilleras. Aunque hoy nos parezcan comunes y corrientes, ubicuos, anodinos, los cítricos han nutrido las más frenéticas obsesiones de los coleccionistas de lo exótico, así como han permitido, gracias a sus salvadores nutrientes, las expansiones marítimas.

En sus coloridos gajos, por ejemplo, se esconden campañas épicas y la expansión del Islam. La historia de la naranja atraviesa todos los continentes y la biografía de la humanidad. Estuvo presente en la destrucción de culturas y en el nacimiento de naciones. Como metáfora botánica del nomadismo, la naranja ha sido un fruto errante al igual que aquellos que han sembrado su árbol.

Ante las puertas del Edén

Su sendero evolutivo puede verse como un gran rompecabezas del que se han perdido varias piezas. Pese a ser muy conocidos y encontrarse entre las frutas más comercializadas, la biografía de los cítricos está dominada por el misterio, se sabe muy poco sobre cómo fueron domesticados. Los análisis genéticos y la evidencia fósil arrojan que sus ancestros surgieron hace unos ocho millones de años en algún lugar de los Himalayas, ya sea en el estado de Assam (nordeste de la India), en las montañas de Nanling (sur de China) o el norte de Birmania.

Como las casas reales, esta familia está plagada de incestos y vericuetos novelescos. En un campo no ajeno a las controversias, la teoría más fuerte indica que, impulsados por los cambios climáticos y un período de enfriamiento global, sus incomestibles ancestros se esparcieron y se diversificaron en cuatro grupos de cítricos ancestrales: cidras, micrantha —un fruto pequeño, ácido e incomestible—, protomandarinas y pummelos —“madre” del pomelo actual, con muchas semillas y una corteza gruesa, esponjosa. Del cruce de estos últimos dos habrían nacido las variedades comestibles de mandarina. “Se redujo la acidez, aumentó la cantidad de azúcar y se incrementó el tamaño, porque las mandarinas ancestrales eran un poquito más grandes que las aceitunas”, revela quien más conoce del árbol genealógico de los cítricos, el biólogo español Manuel Talón.

Sus diversos descendientes son resultado de la promiscuidad botánica: la hibridación y la mutación natural y espontánea a lo largo de miles de años. Por ejemplo, las naranjas —las agridulces y las amargas— son híbridos entre mandarina y pomelo (Citrus maxima); la lima mexicana (Citrus × limetta) nació de la unión de la micrantha y la cidra (Citrus medica); el pomelo actual es producto del cruce entre el pummelo y la naranja, y el limón (Citrus × aurantifolia) es un híbrido entre la cidra y la naranja amarga.

Durante cientos o incluso miles de años, la domesticación y el cultivo selectivo de cítricos han producido artificialmente un gran abanico de variedades, algunas conocidas y otras no tanto: quinoto (kumquat), mano de Buda, calamansí, ugli, yuzu, tangelo, ortanique, etrog, haruka, Shiikuwasha, mandora, limetta y más. El pomelo rosado o toronja (Citrus × paradisi), por ejemplo, apareció accidentalmente por primera vez en la isla caribeña de Barbados en el siglo XVIII, cuando se cruzaron plantas de pomelo y naranja dulce. La delicadeza de su sabor extasió a todo aquel que lo probaba, a tal punto que impulsó al naturalista galés Griffith Hughes a denominarlo la “fruta prohibida”, en The Natural History of Barbados (1750).

“Hay miles de variedades de cítricos, y la ingeniería genética ahora nos ayuda a idear muchas más”, reconoce el químico Pierre Laszlo, autor de Citrus: A History. “Estamos en la etapa en que podemos diseñar nuestro propio Jardín del Edén”.

Frutologías: Historia política y cultural de las frutas

Una historia natural y cultural rica en vitaminas y fibra.

«Dulces, jugosas, fragantes y seductoras, las frutas son mucho más que alimentos. Son el punto de encuentro de tradiciones, creencias religiosas, expresiones artísticas e investigaciones científicas. Inocentes en apariencia, a lo largo de la historia provocaron guerras, invasiones y dictaduras sangrientas, impulsaron descubrimientos y fueron nada menos que la causa de nuestra expulsión del paraíso».

Frutologías explora la fascinación que experimentaron espías, pintores, poetas, botánicos, chefs y perfumistas de todo el mundo y todas las épocas por estos cultivos maravillosos que han representado abundancia, longevidad, pureza, ternura, sufrimiento, deseo, discordia y pasión. Al mismo tiempo repone en clave de historia cultural sus dimensiones científica, estética y política, y traza el mapa de un futuro incierto de manipulación genética y biopersidad amenazada.

Si con las frutas ingerimos luz solar, lluvias, vientos y suelos, con este libro accedemos a su riqueza profunda y a sus sabores secretos.

Federico Kukso
Frutologías: Historia política y cultural de las frutas

Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

1— Federico Kukso (Buenos Aires, 1979) es un periodista científico especializado en historia de la ciencia y STS (Science and Technology Studies) por la Universidad de Harvard. Knight Science Journalism Fellow en el MIT durante el período 2015-2016 y miembro de la junta directiva de la World Federation of Science Journalism, escribe sobre ciencia, cultura y tecnología en publicaciones fundamentales como Le Monde DiplomatiqueUndark Scientific American (Estados Unidos), Tec Review (México), El País (España) y La Nación (Argentina), entre otras. Es autor de Todo lo que necesitás saber sobre cienciaEl baño no fue siempre así y Dinosaurios del fin del mundo.

2— culturavegana.com, «Las 10 mejores variedades de manzana del mundo», Editorial Cultura Vegana, Publicación: 27 junio, 2023. Aquí hay solo diez de las miles de variedades de manzanas.

3— culturavegana.com, «Descubriendo la fascinante historia de las bananas», Editorial Cultura Vegana, Publicación: 30 junio, 2023. ¿Sabías que los orígenes del banano se remontan al sudeste asiático?


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