La investigadora Raquel Ajates González ha mapeado el tráfico de semillas en España para entender cómo se comparte y perdura este valioso patrimonio.
El objetivo de su trabajo es avanzar hacia una alimentación más sana, segura y sostenible. Raquel Ajates es investigadora de política alimentaria y empezó a trabajar en un proyecto de digitalización de semillas. Un proyecto premiado con 160.000 euros y galardonado con el premio Daniel Carasso Fellowship a la investigación sobre alimentación sostenible que concede la Fundación Daniel y Nina Carasso.
Los consumidores no pueden saber el tipo de semillas usado para cultivar los alimentos que compramos porque no figura en ninguna etiqueta. El modelo industrial fomenta la concentración de semillas en manos de pocas empresas. Esta es la razón de la desaparición de muchas de las semillas antiguas, en aras de la productividad. Ahora la digitalización del material genético y las herramientas de software de código abierto pueden impulsar la transición alimentaria poniendo la conservación en manos de los agricultores.
Conservación de las semillas
En 2019, la FAO Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU publicó la primera evaluación de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura que reveló la grave escala global y multidimensional de la pérdida de variedades y especies cultivadas y silvestres. Más del 80% de las variedades de semillas cultivadas hace un siglo se han perdido para siempre. La profesionalización de su cultivo y conservación como actividades separadas de la agricultura ha generado un alto grado de homogeneización de variedades con el objetivo principal de aumentar cosechas y beneficios.
La concentración de poder en el mercado de semillas es otro problema. En 2018, cuatro multinacionales controlaban más del 60% de las ventas mundiales de semillas patentadas. En Europa, la industria de las semillas genera un comercio de casi 7.000 millones de euros. La mejora de una variedad vegetal es un proceso de investigación que requiere una media de entre 10 y 15 años, y una inversión económica de entre 2 y 3 millones de euros.
Semillas con copyright
A pesar de la enorme necesidad que existe de proteger y recuperar la diversidad de variedades –especialmente ahora como medida de mitigación y adaptación al cambio climático– en muchos países es ilegal vender semillas de cultivares que no figuran como aprobados para la venta. Estas restricciones introducidas en teoría para evitar semillas de posible mala calidad, deberían adaptarse para que no fomenten la espiral imparable de pérdida de variedades. Técnicas y prácticas centenarias de conservación de semillas se han ido perdiendo a lo largo de los últimos sesenta años. La semilla, que antes se gestionaba en gran medida como un recurso público y parte del patrimonio, es ahora uno de los recursos más privatizados del planeta.
Esta privatización tiene dos caras: los derechos de propiedad intelectual (PI) y la concentración del mercado, que se refuerzan mutuamente. Ahora, los avances que permiten reproducir el ADN de semillas en formato virtual (dan lugar a la Información Digital sobre Recursos Genéticos o DSI en inglés), están provocando un vacío legal por el cual la digitalización beneficia a las empresas que venden semillas patentadas, y perjudican a las comunidades que las desarrollaron y ya no son libres de guardar y plantar sus propias semillas, y no reciben ninguna compensación por el desarrollo comercial de variedades patentadas originarias de sus regiones.
Semillas de código abierto
Partiendo de los principios de bienes comunes, ciencia abierta y los movimientos digitales de modelos de código abierto, se está desarrollando el concepto de semillas con código abierto. [1] El modelo por una parte quiere evitar tener que esconder variedades vestigiales para protegerlas de la apropiación por intereses meramente comerciales. Por ejemplo, cierta investigación sobre variedades de semillas vestigiales e iniciativas comunitarias de conservación de semillas se ha evitado por miedo a dar a conocer su localización y facilitar su apropiación y privatización.
Ese secretismo también se genera con los modelos de patentes actuales, que aún mantienen muchas características de la época industrial basadas en esconder las técnicas, fórmulas y recetas de productos. Una licencia de código abierto puede facilitar el uso de semillas, su mejoramiento, y al mismo tiempo protegerlas de posibles privatizaciones.
Las 3 reglas de código abierto
No existen cobros por la licencia de semilla de código abierto y esta permite casi todo:
- Cualquiera puede utilizar las semillas de código abierto, hacerlas crecer, propagarlas y desarrollarlas a través del mejoramiento. Adicionalmente, la semilla y sus futuros desarrollos podrán ser vendidos, intercambiados o regalados en el marco de las leyes existentes.
- Nadie puede privatizar la semilla ni sus futuros desarrollos; entonces, las patentes y la protección de variedades, están excluidas.
- Cada recipiente trasmite los mismos derechos y obligaciones a los futuros usuarios de la semilla y a sus futuros desarrollos.
Los bancos de semillas
En los años 80, Etiopía tenía el mejor banco de semillas del mundo, era un referente internacional. Cuando la terrible sequía de 1984 y la hambruna subsecuente asolaron el país, su Centro de Recursos Fitogenéticos llevaba establecido unos 10 años. [2] Debido a la sequía continuada, durante las dos cosechas siguientes, no había semillas que plantar ni que recolectar. Las personas productoras en el norte del país habían perdido muchas de las variedades de semillas que habían sostenido sus sistemas agrícolas durante muchas generaciones.
Esta escasez de material de siembra fue tan generalizada que las familias no lograban obtener las semillas que necesitaban a través del intercambio con parientes y vecinos, ni en el mercado. Las iniciativas humanitarias que traían semillas de otras zonas geográficas tampoco fueron la solución, de hecho, complicaron aún más la situación: la semilla distribuida a los agricultores no estaba bien adaptada a las condiciones específicas de cultivo de la región y tenían mal rendimiento.
Después de repetidas y severas sequías, y del fracaso completo de las variedades importadas, se decidió apostar por la re-introducción de las variedades locales [3] que mantenía el Centro de Recursos Fitogenéticos (actualmente el Instituto de Conservación de la Biodiversidad). Se empezó a trabajar en colaboración con agricultores para reconstruir los sistemas locales que habían sido seriamente afectados y multiplicar en finca cuantas variedades pudieron de sorgo, trigo y maíz localmente adaptado.
Los agricultores participantes reintegraron estas variedades a los sistemas locales de semillas y las distribuyeron a miles de otros agricultores. Esta colaboración aceleró drásticamente la recuperación agrícola del país y su biodiversidad, junto con otro legado: la formación de bancos comunitarios de semillas para garantizar el abastecimiento local de estas variedades que siguen activos hoy. Este ejemplo real ilustra como los bancos de semillas [4] tienen una labor muy importante.
«Más del 80% de las variedades de semillas cultivadas hace un siglo se han perdido para siempre.»
Sin embargo, las personas productoras son las mejores guardianas de la biodiversidad agrícola. Los bancos de semillas no tienen la capacidad de almacenar suficiente cantidad de semillas para abastecer sistemas agrícolas a gran escala. Tampoco tienen la capacidad de adaptar las semillas a las fluctuantes condiciones meteorológicas, un escenario cada vez más común debido al cambio climático.
Comer más frutas sin semillas
La demanda de frutas sin semillas ha aumentado. Algunas variedades de fruta son naturalmente autoestériles y sólo producirán fruta con semillas viables si se cruzan con una variedad genéticamente diferente. Algunas variedades de piñas, por ejemplo, crecen sin semillas simplemente cultivando una variedad en un campo, alejada de las plantas que necesitan para producir semillas viables.
Otros métodos usados para el desarrollo de frutos sin semillas conllevan un tratamiento químico o genético. Más recientemente se ha empezado a experimentar con la creación de frutos sin semillas mediante la edición genética usando la técnica CRISP. Esta técnica permitirá a las empresas crear una gama mucho más amplia de frutas sin semillas de la que existe actualmente.
Por una parte, las empresas citan la demanda de los consumidores que prefieren comer frutos sin semillas. Sin embargo, estas frutas modificadas requieren a menudo un procesamiento y/o tratamiento químico para su desarrollo, con los consecuentes gastos de energía asociados y posibles riesgos de salud en algunos casos.
Para las personas productoras, significa el no poder disponer de sus propias semillas [5] y depender de las empresas que controlan esas variedades. Otra razón económica de las empresas para invertir en el desarrollo de frutos sin semillas es que su ausencia aumenta eficazmente la vida útil de los mismos, lo que resulta en una mejor conservación en las estanterías de los supermercados.
Una ventaja curiosa adicional que se ha dado para el desarrollo de variedades sin semillas es que libera a los agricultores de la dependencia de la polinización de las abejas. Este argumento obvia por completo el hecho de que este mismo modelo industrial dependiente de insumos, y que está desarrollando estas variedades sin semillas, es uno de los principales causantes de la aniquilación de las abejas. Los frutos sin semillas esconden la falta de sostenibilidad del sistema actual de producción y distribución de alimentos.
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
1- Licencia de Semilla de Código Abierto
2- Web del International Livestock Research Institute
3- fao.org, «Semillas», FAO Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU. Consultado el 17 de noviembre de 2021
4- mapa.gob.es, «Bancos de Semillas», Archivo PDF, José Manuel Pita Villamil, Juan B. Martínez Laborde, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2019
5- grain.org, «La criminalización de las semillas campesinas: resistencias y luchas», La Via Campesina, GRAIN, 8 de abril de 2015. GRAIN es una pequeña organización internacional que trabaja apoyando a campesinos y a movimientos sociales en sus luchas por lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente.
6- culturavegana.com, «El Banco Mundial de Semillas bajo amenaza», Editorial Cultura Vegana, Publicación: 10 agosto, 2020
7- forbes.com.mx, «China construye el mayor banco de semillas del mundo por seguridad alimentaria», Forbes Staff, 6 de enero de 2021
8- elconfidencial.com, «Las semillas son ahora uno de los recursos naturales más privatizados del planeta», Eva M. Rull, El Confidencial, 3 de noviembre de 2021
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