¿Cómo imitar un sabor que todos conocemos?
Según expertos, el consumo de carne es una de las principales causas de la crisis climática. Este es el motivo por el que, en todo el mundo, se buscan sustitutos de la carne que convenzan a los paladares. Las perspectivas de futuro son inquietantes. Los seis años transcurridos desde el Acuerdo de París han sido los más calurosos desde que existen registros. Hace tiempo que la crisis climática ya no es una distopía lejana.
Nuestros ríos se están secando. No hay cosechas. Nuestros animales y nuestra gente están muriendo. Es el desafío de nuestra era. Sabemos que debemos cambiar algo. El tiempo se acaba. La naturaleza no es un retrete. Volar menos, usar menos el automóvil. Las generaciones futuras nos juzgarán por lo que logremos. Si fallamos no nos perdonarán. Algo de lo que somos menos conscientes: nuestra alimentación provoca más gases de invernadero que conducir o volar. La naturaleza no puede seguir pagando el precio. El fin del mundo es real. Aunque dejemos los combustibles fósiles ya no podremos lograr el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5º a menos que cambiemos nuestros hábitos alimenticios. Respondamos al llamado de la historia. Fallar no es una opción sino nuestra sentencia de muerte. Sé lo serio que es el cambio climático porque lo estudio día y noche todos los días. Cuando los protagonistas de la política mundial se reúnen para discutir sobre el destino de la humanidad se basan en el trabajo de esta mujer. Me encantan los girasoles, los girasoles son optimistas. Cintia es climatóloga de la NASA y es la autora principal del capítulo sobre alimentación del informe del ipcc sobre cambio climático y uso de la tierra. Las siglas ipcc significan Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático. Cada seis o siete años la ONU reúne a los investigadores del mundo que trabajan en el cambio climático y publica informes de evaluación.
Y estos informes resumen el estado de la ciencia sobre el cambio climático. Probablemente haya pocas personas que sepan más sobre la relación entre cambio climático y alimentación que Cynthia Rosenzweig y sus coautores.
Nuestro enfoque se basa en anlizar el modelo alimentario. Investigamos cada eslabón, cada actividad necesaria para cultivar alimentos hasta llegar a la mesa de alguien. Eso comienza con la roturación de nuevas tierras de cultivo, pasa por la fabricación de fertilizantes y equipos, incluye todas las actividades realizadas en las explotaciones agrícolas: producción de cereal y de ganado, almacenamiento, transporte y procesamiento hasta la venta al por menor. Vemos que todas estas actividades emiten gases de efecto invernadero, las sumamos y llegamos a la conclusión de que el sistema alimentario en su totalidad es responsable de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una cantidad enorme, muchas de esas emisiones provienen de los estómagos de animales como estos. Hola vacas! van a salir en televisión. La llamada fermentación entérica es una de las dos fuentes principales de emisión de gases invernadero en la actividad agropecuaria. Los rumiantes son un tipo especial de herbívoros grandes que se alimentan de pasto entre otras cosas. Han desarrollado un estómago especial que puede fermentar la célula contenida en las plantas y la convierte en nutrientes asimilables. Los rumiantes son en realidad pequeñas plantas de biogás, billones de organismos unicelulares viven en su estómago. La vaca en realidad no se alimenta de pasto sino de esas bacterias y sus productos de desecho. Desafortunadamente para el clima, esta fermentación entérica en el estómago de la res produce metano. El metano no permanece en la atmósfera durante siglos como el dióxido de carbono, sino sólo unos años pero su efecto invernadero es 28 veces más fuerte. Pobres! No saben lo peligrosas que son. Para compararlo, se traducen las emisiones de metano en su equivalente de dióxido de carbono. Cada año una vaca produce tanto CO2 como un auto que recorre 20.000 kilómetros y hay tantos bovinos en el mundo que en conjunto pesarían cinco veces más que todos los mamíferos salvajes y aves del planeta. El vacuno es responsable de alrededor del 70% de las emisiones de efecto invernadero de la ganadería por eso se pone tanto el foco en la carne de res. Pero la mayor fuente de gases de invernadero del ciclo alimentario es la deforestación y el secado de pantanos para la agricultura pero incluso esta ganancia de tierra está estrechamente relacionada con la cría de animales porque los animales son derrochadores de energía. Por ejemplo, para producir una sola caloría en forma de carne de cerdo primero se deben cultivar 15 calorías de grano. Necesitamos pues varias veces la cantidad de tierra que se debería cultivar si los humanos simplemente comiéramos ese grano. En el capítulo de seguridad alimentaria del ipcc evaluamos una serie de estudios para diferentes dietas y el potencial de ahorro oscila entre 0,7 y 8 GB toneladas de dióxido de carbono. Según la dieta, según cálculos de investigadores y si las personas renunciaran a la carne y comieran solo pescado podríamos ahorrar cerca de 4.000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año. Si todos fuéramos vegetarianos serían 6000 millones de toneladas y si un buen día nos hiciéramos veganos y no comiéramos ningún producto animal serían casi ocho mil millones de toneladas menos. Eso es más de la mitad de los gases de efecto invernadero causados por nuestra alimentación. Si se reduce el consumo, particularmente de vacuno, no solo se reduce la fermentación entérica, también se libera tierra utilizada ahora para cultivar el forraje y que podría ser aprovechada para alimentar a humanos. O se podría destinar a la forestación y captura de carbono de la atmósfera y combatir de este modo el cambio climático. Cuando pensamos en una alimentación más respetuosa con el medio ambiente pensamos en un mercado con su oferta regional: pensar de manera, global comer de manera local. Pero en realidad solo el 6% de las emisiones de efecto invernadero del ciclo alimentario son causadas por el embalaje y el transporte. Es mucho más importante lo que comemos que de dónde viene. Para un kilogramo de papas, por ejemplo, se libera un promedio de 200 gramos de CO2. Un kilo de aguacate transportado desde Sudamérica a Europa —y que por eso tiene una imagen particularmente perjudicial para el clima— causa unos 600 gramos de dióxido de carbono. El kilo de carne porcina producido en un pueblo vecino genera casi ocho veces más. Asociamos viajes largos con altas emisiones de CO2 porque solemos cubrir esas distancias en avión. Sin embargo, la mayoría de los alimentos se transportan en buques portacontenedores y las emisiones por kilogramos son reducidas. Solo el 0,2% del total del transporte de alimentos se realiza por avión. Los espárragos de Perú, por ejemplo, se llevan a Europa por vía aérea para llegar frescos. En ese caso en lugar de los 400 gramos de CO2 por kilo de espárragos que se emitirían si se vendieran en un mercado local, se emiten 11,3 kilogramos, pero aún así, es solo la mitad de los 21,7 kilogramos generados por un solo kilo de carne vacuna orgánica del carnicero de la esquina.
Así que si queremos reducir el impacto de nuestra alimentación sobre el clima podemos hacer dos cosas: tirar menos comida y comprar menos alimentos de origen animal. Sin embargo, debemos ser conscientes de que muchas personas en este mundo no tienen la opción de elegir como alimentarse ni saben cómo su alimentación contribuye al cambio climático. Pero entre quienes sí pueden elegir qué comer, hay una creciente conciencia de que las decisiones sobre la alimentación son relevantes desde el punto de vista climático. El caso es claro. En un mundo ideal, todos comeríamos a base de plantas pero estamos apegados a la carne y muy pocos de nosotros imaginamos prescindir de ella sin un reemplazo.
La nave de producción de Rügenwalder Mühle en baja sajonia es uno de los mayores fabricantes alemanes de embutidos. Cada semana alrededor de 300 toneladas de carne de cerdo y de aves se convierten aquí en embutido. Pero desde 2014, en la nave contigua sucede algo que antes era impensable para muchos empleados carniceros profesionales. Producen carne sin carne. Por ejemplo: a partir de una masa básica de aceite de colza y guisantes se hace una salchicha vegana. La textura está bien, cremosa, buen aroma. Patrick Bühr y Katrin Gros del departamento de investigación y desarrollo intentan resolver un problema aparentemente irresoluble. ¿Cómo imitar un producto que todo el mundo conoce sin emplear el ingrediente más importante para este tipo de salchicha? La decisión ha recaído en una proteína de guisante. Se decidió por la proteína de guisantes en lugar de trigo o soja porque se trata de un producto para untarse en pan y las propiedades que hacen especial a la soja, por ejemplo la gelificación, tendrían un efecto negativo en un producto untable. `Para otros productos se necesita algo que permita cortarlo bien y en base a eso se buscan las materias primas. Esas materias primas deben tener dos cualidades: reemplazar a la proteína de la carne y satisfacer la expectativa de sabor. La elección aún no tiene mucho que ver con el paladar, no debe molestar. Por ejemplo, un grano de soja tiene un sabor a nuez y habas. A los guisantes les queda un sabor amargo que naturalmente aportan los ingredientes vegetales y al final en el uso esto puede: aprovecharse, ocultarse o transformarse bien. La misma planta se utiliza de diferentes formas según el bocado deseado: en forma de copos, desmigajada o texturizada, una estructura fibrosa. Elijo las texturizadas que son remojadas en agua, se empapan, se rehidratan y cuando muerdo las estructuras fibrosas se estiran y me dan la sensación deseada en mi producto vegano o vegetariano.
Cuando se ha encontrado la táctica correcta, la proteína vegetal recibe a través de condimentos, las notas umami típicas de la carne y si se desea, según el producto, puedo añadir aromas especiales, algo que sea salado para dar sabor a cocido, … etc. Pero los condimentos no son lo único que consideran los desarrolladores. Vaya! por el color casi parece un snack, se ve muy bien, veremos si el color se mantiene. La comida entra por los ojos. Imagínense una milanesa completamente marrón por fuera y por dentro. Las expectativas no serán particularmente altas. Por eso tenemos que elegir las materias primas que representen bien lo que el consumidor identifica como correcto y sabroso. Y aunque casi todos podemos distinguir claramente las diferencias con el sabor original.
El negocio va bien. El mercado de sustitutos vegetarianos y veganos crece a un ritmo del 30% anual. Más de la mitad de la población en Alemania se define a sí misma como flexitariana. En solo seis años Rügenwalder Mühle tiene más ventas con su sucedáneos que con la carne animal, su materia prima durante 200 años de actividad. Algunos analistas calculan que en 2040 los productos alternativos a la carne tendrán en todo el mundo una mayor participación en el mercado que la carne animal original.
Pero la producción de sustitutos de carne también consume recursos. La cantidad de soja cultivada en el mundo se ha multiplicado por más de 10 desde 1960. Sólo en la Unión Europea importamos más de 30 millones de toneladas al año. El cultivo de soja es una de las principales razones de la deforestación de la selva brasileña pero solo el 2,6% de la soja mundial se procesa para hacer tofu y un ridículo 2,1% para leche de soja. Con el 77% restante alimentamos animales. Incluso se quema más soja en forma de biodiesel que en elaborar tofu y por mucho que la soja pueda contribuir a la deforestación de la selva tropical, la ganadería de vacuno destruye ocho veces más forestación. El cambio climático es un mal argumento contra los sucedáneos de carne. Su verdadero enemigo sigue siendo el sabor. Nuestra competencia es el animal. Esa es la vara con la que nos medimos. Queremos superar a la red California. En pleno Silicon Valley, la creación de sustitutos de la carne se ha convertido en un proyecto de alta tecnología. Detrás de esta insignificante hamburguesa hay una inversión de 2000 millones de dólares. Nuestro enfoque en Imposible Foods tiene una impronta más bien científica y tecnológica. Los primeros cinco años lo que hicimos fue dedicarnos a entender la carne a nivel molecular. Como científica de sabores, Laura Clayman es responsable del desarrollo de nuevos productos en Imposible Foods junto con varios cientos de científicos, trabajan para descifrar los misterios de nuestro paladar. Un sabor se compone de dos cosas: el gusto como tal y el olor. Entendemos por gusto, los cinco Sabores básicos que uno percibe en la lengua pero lo que hace que los alimentos sean verdaderamente únicos en su olor. Proviene de las diferentes moléculas aromáticas que nuestro cerebro reconoce como un patrón determinado al comer un alimento. Tomemos por ejemplo, el sabor de la carne de res. La mayoría de la gente piensa que es solo una sustancia algo así como una molécula de carne pero no lo es. En realidad es una combinación de cientos de moléculas diferentes que nuestro cerebro registra como carne de res. Así que buscamos entender ¿cuáles son esos diferentes compuestos aromáticos que hacen que la carne de vaca tenga su sabor característico? Para ello utilizamos cromatografía de gases, olfatometría para descomponer esas mezclas realmente complejas de moléculas aromáticas. Esto nos permite entender qué son las moléculas individuales y cómo influyen en la experiencia sensorial del consumo de carnes. En el laboratorio, los investigadores simularon los procesos que tienen lugar durante la cocción y descubrieron qué sustancias se transforman en los aromas típicos de la carne. Una vez que descubrimos cuáles son esas moléculas primigenias que en realidad son nutrientes muy simples como aminoácidos, azúcares y vitaminas, nos dimos cuenta de que al cocinarlas juntas no sabían a carne. La verdad es que era parecido a hierbas aromáticas reconocibles pero faltaba algo y la parte crucial que faltaba era la presencia de hemoglobina. Que el hemo parezca sangre no es casual. Como componente de la hemoglobina normalmente transporta oxígeno a través de nuestras venas y fluye a través de los cuerpos de todos los animales. ¿A qué sabe? … como si me hubiera mordido el labio. Ese pequeño toque de sangre y los aromas que desprende cuando se calienta son el secreto del sabor de la carne, dice Laura Clayman, para que ningún animal tenga que morir por ello. Los investigadores extrajeron genes de la raíz de la soja en la que el hemo se presenta en pequeñas cantidades. Esos genes se implantaron en el ADN de una levadura en estos biorreactores. La levadura genéticamente manipulada transforma una solución azucarada en Hemo. Fue un descubrimiento muy importante. Cuando lo cocinas sucede químicamente lo mismo que cuando cocinas a un animal te amo. Al final el producto debe diferir lo menos posible del original. Por lo tanto, todos los demás detalles se imitan cuidadosamente. Utilizamos dispositivos como por ejemplo este, que algunas personas llaman boca eléctrica, pero básicamente es una réplica de dientes humanos. Puedes poner una hamburguesa o un trozo de bistec en ella, luego el dispositivo ejerce cierta fuerza para imitar la masticación. Se puede repetir muchas veces y el dispositivo mide la fuerza que se requiere en cada caso. Así se sabe qué tan tierna es la carne, su elasticidad, y si vuelve a su forma. El ambicioso objetivo de estos esfuerzos es nada menos que cambiar el mundo porque a diferencia de Rügenwalder Mühle, Imposible Foods no ve espacio para la carne en el futuro. Si realmente queremos revertir los efectos negativos de la ganadería en el cambio climático hay que eliminarla por completo. Creo que una vez que comencemos a reducirla y los consumidores entiendan los beneficios de opciones más sostenibles dejará de ser competitivo criar animales por la carne. Creo que las próximas generaciones mirarán hacia atrás y dirán: es una locura que alguna vez hayamos usado animales para obtener carne. Es una de las tecnologías más ineficientes que tenemos y el enfoque de Impossible Foods está lejos de ser el más radical.
Hace tiempo existe una carrera global por lograr las mejores innovaciones Al otro lado del mundo en Israel se encuentra uno de los sitios clave para la búsqueda de la carne del futuro. Varias compañías trabajan aquí con el mismo objetivo: obtener carne real. El concepto detrás de esto es simple. La carne no es más que tejido animal y el tejido animal se compone de millones de células individuales. Bajo las condiciones correctas, en el fluido nutriente correcto, cada una de esas células tiene el potencial de multiplicarse exponencialmente. Podemos tomar células de un animal, hacerlas inmortales, permitir que crezcan para siempre y si lo haces puedes producir cualquier cosa que quieras comer. Yaakov Nahmias es el fundador de Future Meat una de las compañías más avanzadas en el aspecto práctico. Aquí es donde ocurre la verdadera magia. La solución nutritiva se prepara en un tanque y luego alimenta esos dos enormes recipientes que pueden producir alrededor de 500 kilogramos de carne por día. Se trata en el fondo de una vaca al día en un espacio que quizás sea del tamaño de una sala de estar o una cocina grande. Si se tiene en cuenta que una res tarda unos 10 meses en crecer, es posible imaginarse la superficie que estamos reemplazando aquí. En un tanque se forman células musculares que le dan a la carne su vigor, en el otro, células grasas portadoras del aroma. La temperatura se mantiene constante a 37 grados, la temperatura del animal y las células simplemente crecen. Por lo tanto, solo se necesita energía para mantener la temperatura estable y mezclar los cultivos de forma continua y lenta. No hay razón para hacer crecer todo el animal, no hace falta generar el cerebro, la piel, el sistema nervioso central o los órganos internos. Solo producimos carne. Lo que hoy suena simple es un hito tecnológico. Hasta hace cinco años instalaciones como esta eran para el profesor de biotecnología pura ciencia ficción. Me había tomado un año sabático y alguien me llamó y me preguntó qué pensaba de la carne in vitro y le dije que era lo más estúpido que había escuchado en mi vida. Me preguntó por qué y le dije: ¿Sabe?, he asesorado a la industria farmacéutica durante más de diez años, sé lo que se puede hacer con células y que ellas producen una gran cantidad de estos productos de desecho, como amoniaco y lactatos, y esos productos de desecho permanecen en el fluido nutritivo. En algún momento matan a las células al igual que la levadura muere en el vino cuando el contenido de alcohol se vuelve demasiado alto. Por ese motivo Yaakov Nahmias no imaginaba que las enormes cantidades de células requeridas para la carne pudieran producirse de esta manera. Pero luego empecé a pensar en ello y lo bueno era que tenía tiempo, así que estaba sentado en el río Charles bebiendo mi café cuando pensé: un momento! tengo amigos que crían larvas de mosca, gusanos de aproximadamente medio milímetro, de apenas unas miles de células por ejemplar y pueden cultivarlos por un dólar el kilogramo. Y la razón para pensar en ellos era que a pesar de ser muy muy pequeños disponen de un hígado activo o un órgano similar al hígado. En base a eso desarrolló un sistema patentado en el que el fluido nutriente se bombea desde el biorreactor y es conducido a través de una especie de máquina de diálisis. Una membrana filtra allí las toxinas mientras preserva las moléculas relevantes para el crecimiento celular. El aparato asume así las tareas de un hígado. Solo de esta manera dice Yaakov Nahmias es posible cultivar células en la densidad necesaria. Se pueden obtener 100 millones de células en un volumen tan pequeño. Esto corresponde casi a la densidad natural de la carne. Pero la pregunta crucial es: ¿Sabe también a carne? Este es nuestro kebab de cordero, una comida típica en Israel. Tiene un sabor distinto que sería difícil de lograr con sustitutos vegetales, huele a carne, se siente como carne, incluso puedes verlo caramelizarse. Esta es la reacción de Maillard. Un proceso que combina el ADN de las células junto con las proteínas y los lípidos y produce cientos de compuestos aromáticos que son decisivos para el sabor y la textura de la carne. Pero basta de hablar, quiere probarlo. Normalmente la degustación no es para equipos de filmación sino para inversores. ¿Y esto viene realmente de esos tanques? Sí! sabe a carne real, el olor y el sabor no se pueden distinguir de la carne real porque es carne real, podría acostumbrarme! Si ya se sale con la suya pronto habremos reemplazado todos los establos y mataderos del mundo por el zumbido silencioso de tanques de cultivo celular.
Es una Revolución planetaria, no de un país. Necesitamos producir esto en todas partes. Decenas de competidores trabajan en la misma visión. Compañías emergentes como Mea Tech 3D desarrollan impresoras de carne con las que las células se pueden verter en distintos moldes. Todos están convencidos de que harán que la carne sea más saludable, más ecológica y sabrosa que la original. Suena demasiado bueno para ser verdad porque es demasiado bueno, dice un periodista de investigación que escribe sobre la industria alimentaria. Puedes tenerlo todo de verdad, no tienes que seguir matando animales, no tienes que lidiar con todos los impactos ambientales. Nos promete comer sin culpa. Durante meses investigó el mundo de la tecnología de cultivo celular con el fin de poder comprender sus potencialidades y también sus limitaciones. No es una nueva tecnología. Las compañías que crean carne in vitro sugieren que se trata de algo innovador pero es nuevo solo en cierto sentido. Es nuevo que los humanos nunca hayan comido células animales cultivadas, pero cultivamos células animales desde hace tiempo: para la producción de vacunas, para la terapia génica o la producción de anticuerpos monoclonales. La tecnología existe. Si hubiera una manera de aumentar drásticamente la producción celular, compañías como Pfizer ya lo habrían intentado hace tiempo. Con esa experiencia de décadas, dice, lo que debería darnos que pensar es que son procesos muy caros y cuando se usan para hacer medicamentos, como por ejemplo, para la terapia génica, tiene sentido. El proceso productivo es caro pero el producto final también es caro. Pero para compañías que desean utilizar la tecnología para producir carne las cuentas no resultan. Hay una desproporción fundamental porque el proceso es muy costoso pero el resultado final que quieren crear es uno de los productos más baratos del mundo. No se pueden cultivar así como así células animales en una cervecería o en la parte de atrás de un restaurante. Es un proceso muy delicado que debe tener lugar en un entorno estéril. En otras palabras no puede haber ninguna bacteria o virus porque de lo contrario probablemente encontrarán su camino hacia los biorreactores y estropearán el proceso. Si una mínima bacteria se mete en un reactor a través de una pequeña grieta en un tubo al final, solo se cultivan bacterias porque se multiplican mucho más rápido que las células animales. Cree que mientras no cambien las reglas de la biología, el problema no tendrá solución. Una de mis fuentes me lo explicó así: Si quieres hacer esas cosas a bajo precio y alimentar al mundo necesitas plantas enormes. Así como hoy tenemos plantas de engorde y mataderos enormes pero para el cultivo celular se requieren instalaciones muy limpias y ambas cosas no son posibles. Cuanto más grande sea la planta, más difícil será mantener las condiciones asépticas necesarias para un cultivo celular exitoso. Pero cuanto más pequeña sea la planta y más fácil sea la limpieza más cara será la carne. Hay una especie de cuello de botella. Según sus cálculos, una hamburguesa en un restaurante tendría que costar 100 dólares como mínimo. Hay otra manera de alimentar al planeta, saludable y asequible. Veremos. Para obtener datos confiables detallados, analizó estudios y habló con numerosas fuentes y cuanto más profundizaba en los números más problemas sin resolver descubría. No se trata de encontrar un santo grial. Se necesitarían varios avances reales. Enormes avances que valdrían un premio Nobel, varios premios Nobel, si de verdad quisiesen hacerlo.
El artículo de Joe Fassler cayó en la industria como una bomba. Convirtió a algunos optimistas en escépticos. Otros han explicado por qué consideran que todos los problemas tienen solución. De hecho, nadie sabe hoy si estamos en una burbuja de inversión que podría estallar en cualquier momento o si la carne in vitro puede compararse con los paneles solares que ya son más baratos que lo previsto hace 10 años para 2050.
En cualquier caso, Joe Fassler tiene razón en una cosa. Nos queda poco tiempo para detener el cambio climático. Nos dirigimos hacia el desastre climático. Si queremos cambiar el mundo no podemos confiar solo en la tecnología. O detenemos el cambio climático o acaba con nosotros. Pero en su visión de la carne por la que ningún animal debe morir las compañías del sector no están solas. Tres meses después de la publicación del artículo de Joe Fassler la compañía de Yaakov Nahmias había recaudado 347 millones de dólares del mayor inversor Tyson Foods, el segundo consorcio cárnico más grande del mundo
Editorial Cultura Vegana
www.culturavegana.com
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
1— Cynthia Rosenzweig es investigadora científica sénior en el Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, donde dirige el Grupo de Impactos Climáticos. Es copresidenta del Panel sobre Cambio Climático de la Ciudad de Nueva York (NPCC), un cuerpo de expertos convocado por el alcalde para asesorar a la ciudad sobre la adaptación de su infraestructura crítica.
3— future-meat.com, «Future Meat Technologies» es una empresa de biotecnología que produce carne cultivada a partir de células animales y está trabajando en kebabs de cordero y otras hamburguesas de carne cultivadas. Con sede en Israel, su oficina principal se encuentra en Jerusalén, mientras que su planta de producción principal está operando en Rehovot. Future Meat Technologies actualmente se llama Believer Meats y busca principalmente suministrar hardware y líneas celulares a los fabricantes de carne cultivada en lugar de vender directamente productos alimenticios a los consumidores.[
6— culturavegana.com, «Por qué la “carne limpia” no cerrará las granjas industriales», Publicación: 18 enero, 2023. La carne cultivada en laboratorio espera reemplazar a la carne de animales criados en granjas industriales debido al aumento de costos y la inversión de grandes empresas de carne.
7— thecounter.org, «Lab-grown meat is supposed to be inevitable. The science tells a different story», Joe Fassler, .22 de septiembre de 2021. Se supone que la carne cultivada en laboratorio es inevitable. La ciencia cuenta una historia diferente.
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