La cuestión del vegetarianismo se relaciona estrechamente con la propia definición de los animales y su interacción con los humanos.

La consideración de los animales, su estatus y valor influían decisivamente en la forma en que eran tratados. Se consideraba de manera diferente la carne procedente de la caza o la pesca y la que tenía su origen en animales domésticos o piscifactorías. De hecho, se defendía el consumo de carne por parte de los atletas, ya que solo de ese modo podrían obtener la energía necesaria para competir. Igualmente sucedía con todos aquellos que desempeñaban trabajos de fuerza, como los campesinos, soldados, marineros, etc., retomando la idea de que solo los filósofos debían ser vegetarianos.
Una razón para el vegetarianismo fue que los animales, como los humanos, no solo tenían alma, sino capacidad de raciocinio. Por lo tanto, demostrando así compasión hacia sus semejantes, los humanos debían tratar bien a los animales. Entre otros, Sócrates se oponía al consumo de carne animal y lo consideraba antinatural, defendiendo el sufrimiento que se les provocaba al tomar sus vidas. El debate sobre la legitimidad de la muerte animal no se centraba solo en el posterior consumo de su carne, sino en decidir si era adecuado tomar sus vidas como sacrificios a los dioses. La abstinencia de la alimentación animal le permitía al ser humano mantenerse espiritualmente despierto, apartado de las pasiones y el engaño de los sentidos.
En resumen, una dieta animal nutría el cuerpo, mientras que una dieta vegetal nutría el alma. Plutarco señala que, si los humanos hubieran estado destinados a comer animales, sus cuerpos habrían sido equipados para matarlos, con colmillos y garras.
No solo eso, en ocasiones la ingesta de carne propiamente dicha elevada al extremo, como sucede con el canibalismo, se convertía en uno más de los rasgos que definían a los pueblos bárbaros en contraposición a la civilizada actitud de los helenos, ya que estos deploraban tal comportamiento. Homero hace referencia en su obra a multitud de pueblos caracterizados por su canibalismo (p.ej. Odisea, 9.39-61) y Heródoto (4.18.106) recuerda a los andrófagos cuyo territorio sitúa al norte de los escitas, aunque recuerda otros pueblos similares en la India o Etiopía, es decir, siempre más allá del mundo conocido. Incluso, a veces se les otorgaba nombres relacionados con la especial cualidad de alimentarse solo con un tipo específico de carne, como los elefantófagos (Agatárquides, fr. 55) que habitaban supuestamente junto al mar Rojo. De hecho, encontramos aquí de nuevo la visión totalmente opuesta que a veces se asocia al «buen salvaje», pues no pocos testimonios afirman la existencia de otros tantos pueblos que no incluían ningún tipo de carne en su dieta, igualmente míticos, como los lotófagos que según Homero (Odisea, 9.82-105) solo consumían flores de loto y se caracterizaban por ser un pueblo pacífico, o como se aprecia en el caso de los pictos. Timero (Diodoro Sículo, 5.21.5) los elogia por su sencillez y la frugalidad de su dieta exclusivamente basada en cereales, pero esta afirmación contrasta con el posterior relato de César (Galias, 5.14.2).
Sin embargo, no es posible negar este hecho categóricamente, pues a veces se mencionan pueblos reales, como los tracios getas, que Estrabón (7.297) convierte en vegetarianos. De hecho, la sirviente de Pitágoras llamada Salmoxis, se dice que era de origen tracio, y quizá fue ella la que introdujo esa costumbre en su maestro en cuanto a la abstinencia en la ingesta de carne.
La dieta
La dieta principal de los vegetarianos en la Antigüedad era similar a la actual, aceptando el consumo de pan, queso, verduras, vegetales, productos lácteos, frutos secos, vino, legumbres, pasteles, miel, frutas, aceitunas, higos, etc. Sin embargo, algunos filósofos aceptaban el consumo de carne como último recurso contra el hambre, y siempre tomando la vida del animal con el mayor respeto y evitando su sufrimiento; de otro modo, su ingesta permanente afirmaba que conducía a la degradación moral del ser humano, privando a los animales de la vida que les pertenecía por derecho. Sin embargo, se aceptaba que los atletas no solo consumieran carne, sino que lo hicieran en exceso para fortalecerse y competir adecuadamente.
Platón describe un Estado ideal donde la población debía practicar el vegetarianismo, puesto que la naturaleza proporcionaba al ser humano todo lo necesario para evitar así que este dañara a otras especies, ya sea para comer o como sacrificio (Texto 13). Los relatos clásicos de los primeros seres humanos a menudo asumían que nuestros antepasados vivían en armonía con otras especies y se alimentaban predominantemente, aunque quizás no exclusivamente, de frutas y vegetales.
Plutarco apoya la opinión de que una dieta sin carne es beneficiosa para la salud (Texto 14), y Séneca admitía que la dieta vegetariana favorecía la claridad mental y beneficiaba la actividad cerebral. Algunas fuentes clásicas afirman que el hábito vegetariano resultaba no solo fácil sino agradable después de un año de práctica. Es más, no pocos filósofos defendían también que los animales tenían raciocinio para evitar su consumo. Por lo tanto, por compasión hacia sus semejantes, los humanos debían tratar bien a los animales. No en vano, Plutarco refleja en sus escritos un profundo amor por los animales, pues entendía que la vida animal en su equilibrio merecía incluso mayor elogio que la vida humana, pues afirma que los animales superan con mucho al hombre en todas las virtudes, y que el alma animal por naturaleza es más adecuada y perfecta para la virtud.
Es más, defiende el consumo de plantas por el hecho de que utilizar sus frutos no supone arrebatarles la vida, mientras que caracteriza al ser humano por su voracidad, que le hace consumir más de lo que necesita y satisfacer su ambición más allá de lo razonable, acercándolo a una condición aún más salvaje que las propias fieras. Sin embargo, se cuida mucho de equiparar a animales y plantas, pues, aunque vivas, se justifica el consumo de las primeras porque no son capaces de sentir, como sí los animales, de forma que no sufren cuando son consumidas o arrancadas, aun cuando igualmente se entiende que pierden la vida. Sea como fuere, Plutarco se mostró siempre como uno de los más comprometidos con el vegetarianismo en la Antigüedad, prueba de ello es que dedicó dos volúmenes de su obra a esta cuestión: Acerca de comer carne y Los animales utilizan la razón.
Hablando de personajes como Sócrates y Platón, no podemos dejar de mencionar la opinión de Aristóteles al respecto. En su obra defiende que la diferencia entre seres humanos y animales no se encuentra en su naturaleza, sino en su grado de habilidad. La observación de abejas, hormigas y arañas planteaba dudas sobre si los animales son inteligentes o si están dotados de otra habilidad, como el instinto (Física, 2.8.199). En el primer supuesto, los animales serían muy superiores a los seres humanos, por lo que Aristóteles no deja duda alguna de que, en su opinión, los animales no están dotados de razón. Las diferencias se extienden incluso al concepto del alma, de forma que entiende a los seres humanos como los más perfectos de entre los animales y, por tanto, el resto existe solo para su beneficio.
Arturo Sánchez Sanz
«¿Vegetarianos en la Antigua Grecia?».
En La Antigua Grecia hoy. De la ciudadanía y sus límites al «desarrollo sostenible», editado por Miriam Valdés Guía y Fernando Notario Pacheco, 315-336. Madrid: Ediciones Complutense, 2024.
Texto 13
Hemos oído decir que en otros [pueblos] ni se atrevían a probar la carne de vaca; las ofrendas a los dioses no eran animales, sino tortas y frutos bañados en miel y otras víctimas puras similares a estas y que se abstenían de la carne porque no era santo comerla ni contaminar con sangre los altares de los dioses. Nuestra vida entonces era como una de las llamadas órficas, limitadas a todo lo inanimado y por el contrario, apartadas de todo lo que tenga alma.
Platón, Leyes 782c (Trad. F. Lisi Bereterbide)
Texto 14
Y es posible conjeturarlo por las palabras y sacrificios delos a ntiguos, que hacían no solo de la comida, sino también de la muerte de un animal que no hace daño, una acción maldita e ilícita; pero, oprimidos por la multitud de animales que los inundaba y mandando, además, cierto oráculo de Delfos, según dicen, ayudar a los frutos que estaban pereciendo, comenzaron a ofrecerlos en sacrificio; pero, sin embargo, turbados y temerosos igualmente todavía decían «hacer» y «obrar», como considerando algo grande el sacrificar un ser vivo y hasta ahora se guardan muy mucho de degollarlos antes de que ellos asientan en ser ofrendados con un signo de su cabeza. Tan precavidos eran contra cualquier injusticia. Por cierto, para dejar de lado lo demás, si todos se abstuvieran solo de las gallinas o de los conejos, no sería posible en poco tiempo ni habitar una ciudad por la cantidad de ellos, ni aprovecharse de los frutos; por ello, si bien la necesidad lo introdujo al principio, ahora a causa del placer es difícil terminar con la alimentación a base de carne. Pero el linaje de los seres marinos, que no consume ni el mismo aire ni la misma agua que nosotros, ni recurre a los mismos frutos, sino que está envuelto como por otro mundo y usa caminos propios que, si se los salta, pende sobre ellos como castigo la muerte, no dan pretexto ni pequeño ni grande al vientre contra ellos, sino que la pesca con anzuelo o red de cualquier pez es manifiestamente obra de glotonería y afición a la buena comida, que altera los mares y se sumerge en sus abismos por algo nada justo.
Plutarco, Moralia, 8.3E (Trad. R. María Aguilar)
Editorial Cultura Vegana
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2— culturavegana.com, «La Edad de Oro: un viaje a través de la utopía mítica y su influencia en el veganismo», Editorial Cultura Vegana, Publicación: 13 enero, 2025. La Edad de Oro es un concepto arraigado en diversas mitologías y tradiciones culturales, que describe una era primordial de paz, abundancia y armonía entre los seres humanos, los animales y la naturaleza.
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4— culturavegana.com, «La dieta de Herodoto», Editorial Cultura Vegana, Publicación: 4 julio, 2023. Llamado el Padre de la Historia, griego famoso por su Historia que trata sobre las causas y los acontecimientos de las guerras entre griegos y persas.
5— culturavegana.com, «La ética de la dieta», Howard Williams, Editorial Cultura Vegana, Publicación: 7 julio, 2022. En la actualidad, en todas las partes del mundo civilizado, las antaño ortodoxas prácticas del canibalismo y los sacrificios humanos son contempladas universalmente con perplejidad y con horror.
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